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Es quizá una de las cosas más importantes de mi vida. Ser confiable, creíble, verdadera, auténtica, real. Ser un ser en quienes los otros puedan creer porque soy empática y compasiva con la vida. Eso mismo exijo de quienes me rodeo de forma íntima. No hablo de lo sexual, ojo ahí, eso es otro tema. La intimidad empieza en mi círculo más cercano, mi hijo, su novia, mi familia, mis amigos, las personas con quienes tengo de alguna forma una relación cercana que puede ser de muchas formas. Todos ellos para mi, son fiables y verdaderos. Yo misma me lo exijo y eso les doy. Quienes desconfían de mi, ya por obvias razones no son mis amigos. Uno solo puede ser amigo de alguien en quien confía, millones de personas están con sus parejas en quienes no confían y por eso aparecen emociones que acaban con todo. Los celos por ejemplo, que rara forma de amar.


Ser confiable empieza en nuestros corazones. En la relación que tenemos con otros mismos y a partir de ahí con el mundo que nos rodea. Ser confiable es un acto de amor y de reciprocidad con el mundo, que ya de paso ya todos sabemos que es energético, justo como nuestro corazón, que no solo es energético sino eléctrico, una pieza perfecta. Eso nos hace latir con el mundo y ser lo que queramos. Yo nací buena, en una familia buena, de padres buenos, con hermano bueno y así, parejas buenas, hijos buenos, y de repente, nuevos seres buenos. Creíbles, fiables, honestos, reales, verdaderos, confiables, auténticos, empáticos, unos más que otros, pero al fin y al cabo, siempre buenos.


Ser confiables es lo que más me exijo aunque hay veces no lo sea para otros. Que no lo sea para extraños me tiene sin cuidado, primero deben conocerme, que no lo sea para los míos si es muy doloroso. Por eso cuando me enteré de no serlo para un supuesto cercano, simplemente revisé hasta donde llegaba su narcisismo, para atreverse a desconfiar de mi generosidad. Hoy comprendo, que su ingratitud es lo que habita en su corazón y eso es lo que le late del mundo que lo rodea. Desconfiar es su constante y solo siento lástima de saber que vive con desconfianza y miedo. Qué mierdero el que lo habita.


Ser confiable para mi significa vivir sumergida en la confianza. Podría ser japonesa en esto. Sin confianza no hay nada. Si no confías en ti, en tus amigos, en tus relaciones comerciales, en tu vida, en lo que gira alrededor, mejor dí no. Con quienes vivo en comunidad, comparto mi vida íntima, mis relaciones comerciales y en general, con quienes giro alrededor de este mundo energético, es porque confío en ellos. En quienes no confío, los saco de mi vida, re simple y sin dudarlo. Lo he hecho varias veces con personas cercanas. Y chao pescao que te vi. Duele, obvio, mi tiempo invertido en esa relación tiene recuerdos y memorias y momentos compartidos, pero los dejo ir, en aras de serme fiel. Porque primero soy confiable conmigo misma.


Ahora bien, no puedo decir lo mismo del país en el que vivo. He dejado de confiar en él y de la sociedad en la que me ha tocado vivir. Nunca he creído en ella ni he confiado en ella. Mis recuerdos más lejanos son siempre de muerte, destrucción, de narcotraficantes, de paramilitares, de guerrilla, de corruptos abusando de su poder, de discordia entre una derecha y una izquierda que no son tal. Mi país tristemente y su sociedad se han vuelto un lugar de no fiar. Qué dolor me produce ésto. Porque es una sumatoria de un colectivo y yo hago parte de ese colectivo y mi hijo y de ahí para allá, la gente buena que conozco, que es mucha. ¿Entonces? A dónde queda esa energía nuestra invertida del lado del bien? ¿A dónde quedamos los fiables? ¿Los verdaderos? ¿Cómo podemos confiar en un país que somos nosotros mismos que nos traiciona, nos roba, nos desalienta a ser como él? Jamás lo haré, seré ésta. Sé quién soy y si alguien tiene que cambiar, son los ladrones, los corruptos, los malos, los que atentan contra esa energía verdadera en donde habita el amor.


Cuando sos bueno uno de las cosas más difíciles es pensar como malo. Es imposible. Ni la malicia indígena que me habita y que mi hijo me dice que me falló mientras compraba mi antena de Starlink en la página oficial de USA. Es que los malos son tanto que hasta se nos cuelan en nuestra realidad. Esa que me sorprendió otra vez. Una fue con un SOAT mientras las páginas de SOAT fueron clonadas. Otra fue con el robo en mis tarjetas, pero ésta sí es campeona y solo espero que las autoridades sí hagan lo suyo y seamos capaces todos juntos de darle lo merecido a aquellos que pretender ser malos en la vida y salirse con la suya.


La versión corta, es que después de no lograr comprar mi antena en starlink.com porque ahora estoy en un lugar sin buena señal, y por eso y porque soy una viajera, decidí comprar la antena starlink que me cabe en una mochila. Como no lograba hacer la compra efectiva, decidí salir a caminar y regresar para hacer la compra, y así tener una forma de comunicación con el mundo, lo cual considero la verdadera democracia.


Quince minutos después de parar mi compra, y mientras estaba caminando hacia un río hermoso, recibí un wapp de un número desconocido, aunque en su parte inferior decía Starlink Colombia, diciéndome, "muy buenos días, nuestro sistema registró un mensaje que deseaba realizar una compra de un equipo Starlink". Y yo CONFIANDO, en semejante empresa, inmediatamente me alegré que en la mitad de la nada, pudieran apoyarme.


Me suministraron toda la información fluidamente, la cual era exactamente igual a la que ya había revisado una y otra vez, y así en cuestión de segundos pude tener acceso a lo que llevaba rato queriendo hacer y le di click a mi compra a través del vínculo que me enviaron a través de la plataforma Bold, en quien yo CONFIABA. Me llegaría por InterRapidísimo, una empresa en quien CONFíO, y bueno, aquí estoy esperando sentadita juiciosa, como desde antes de ayer a que me llegue la guía, jajajaj.


Cuál guía,a ver, si es que clonados en nuestra sociedad, viven zánganos que quieren pretender que nos roban cuando en realidad lo que sucede es que se roban a sí mismos. Me robaron $1.143.000 de una tarjeta VISA, en quienes confío que hagan bien su trabajo, a través de RAPPICARD, mi empresa en quien confío, usando BOLD, en quienes confío que detecten que un usuario de ellos es un bandido que usa Starlink, como su plataforma para robar, y en quien confío que les dé la lección de sus vidas. Ya la fiscalía y la policía saben, que además generar el reporte es cosa de locos.


Agradezco si terminaste de leer hasta aquí y confías en mí, compartas esto con tus personas, agregues a wapp el número 3234539311 y lo reportes como ladrones, bandidos, fraude, suplantación de Starlink, lo que quieras poner. Los bandidos nunca sabrán, pero wapp si, y así logramos juntos construir el país que queremos. Yo tengo todo en regla, soportes y demás. Ayudemos a Colombia a ser el país que somos los buenos.


Ser fiable es ser bueno, honesto, creíble, verdadero, real, auténtico. Ayer me dijeron, pero es que si sos muy sana, te faltó...¿Que me faltó? ¿pensar que habito un país en donde los bandidos nos robaron la paz? Pensar como los bandidos me cuesta, porque soy buena, y ellos se las ingenian todo el día. Además, viven con miedo, yo vivo confiada. Viven pensando que los van a atrapar, YO SOY LIBRE. Viven angustiados porque siempre seran pobres. Yo en cambio vivo feliz rodeada de lo que amo y con quienes amo, y no estoy robando desde una cárcel, ni desde una plaza de mercado en Manizales en donde con suerte te estás pudriendo en tus pensamientos querido ladrón. Jamás serás rico, porque la riqueza no es plata, es tiempo. Y de eso no tienen los ladrones.


Ser confiable me hace rica en tiempo para escribir desde un lugar remoto. Igual tendré mi antena. Él tendrá miseria.


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Uno siente que el corazón se expande a otros niveles. No hay ni siquiera palabras...solo emociones. Esas, que mientras no estoy, la pienso y entiendo lo complejo de ser un animal de "verdad" viviendo en una cueva, en el hueco de un tronco, debajo de una hoja, detrás de una ramita, camuflados con casi cualquier cosa, adaptados a no ser vistos, a pasar desapercibidos. Cuánto tengo que aprender, cuánto tenemos que aprender...tanto.

Cuando una tucaneta me espera en casa, me siento especial. Ella vive en libertad y yo también . Ella o el. Aún no se. Pero ambas nos miramos y sentimos una conexión, una intimidad, una comunicación inter especies que comparto con mis perros y que por primera vez tengo a este nivel con un ave cuya información genética le dice otra cosa sobre las relaciones. Le estoy haciendo un proceso de reintroducción, y ella se siente en un lugar seguro en esta diminuta casa sin paredes que hoy habito. Las paredes nos han robado mucho. Nos alejan. Ayer yo parada enfrente de un muro de cemento en un apartamento elevadísimo, ratificaba lo que hoy traduzco como depresión, soledad, enfermedad y miseria. No somos ricos por lo que creemos. Estamos tan confundidos. Y yo "desconfundiéndome" hace años, he sentido tan grata mi vida. Tan divertida, tan única, tan excepcional, tan maravillosa, así muchos de mi alrededor me miren con locura...hoy mi casa no tiene paredes en un clima tan frío, pero los colibríes me rozan, las libélulas liban néctar de las flores adentro de mi baño, o afuera, ya no hay ninguna de las dos. Los árboles son mis paredes, las nubes mi techo, el dosel mis cortinas, las estrellas pequeños faros, la Luna mi norte, y así...


Cuando una tucaneta me espera en casa y desde lo más alto de los árboles se lanza al vacío para caer sobre mi, siento que valió la pena todo lo que he hecho durante tantos años. Todo. Cada cosa, cada sacrificio. Todo es todo. Porque no en vano puedo saber que vive libre en un bosque que he cuidado, sino que ella libremente se siente a salvo en mi compañía y puede eventualmente reposar sobre mis manos, y dormir un poco más sin sentir que será cazada. Si ya sé, el ciclo de la vida es otro, pero cuando uno siente que hay alguien en donde uno puede posarse, descansar y confiar, nuestra vida siempre será un refugio de paz. Sentirse en un lugar seguro para mi, ha sido siempre la mejor experiencia de habitarme. No tengo alas pero vuelo. Soy libre.


Confío hoy más que nunca en otras especies que en la mía, tal vez soy más del mundo natural que protejo y que me cuida. Asi no más...


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Es un olor fuerte, penetrante, para muchos hasta repugnante. Hasta que te conectas con ella. Con la Tierra y entonces uno empieza a extrañar su olor, muchas veces hasta su sabor. A mi las zanahorias, la remolacha y la lechuga me saben a ella. A tierra. Me encanta. Desde niña ella me abrazó y yo a ella. Desde niña ella y sus especies me observaron y yo a ellas. Nos tocamos. Nos extrañamos. Una saudade que he perseguido toda mi vida. Un olor inconfundible, como esos aromas que nos llevan a otros lugares, a otros recuerdos, a esas historias de amor que tardan años en dejarnos dormir, sin que ese olor se nos borre de la memoria. Y la verdad, nunca se borra realmente. Nos queda tatuado en la piel.


Pero no solo olvidamos a qué huele la tierra. Tampoco queremos sentir el viento, ni el frío ni mucho sol, ni qué decir de ver las estrellas. Estamos tan ocupados y conectados en todos nuestro gadgets que olvidamos mirar el cielo. Y él, nos mira, pacientemente. Como todas sus estrellas y todos esos seres que viven por ahí. Ni más faltaba que estuviéramos solos. Este ego que define nuestra especie no nos permite ver más allá de nuestras narices. Cuando ya, hasta los científicos lo dijeron. Somos más. Y sí que lo somos. 


Olvidamos a qué huele la tierra y procuramos no tocarla y ella a mi, se me mete por entre la piel y me alimenta y mis uñas parecen la jardinera de mi casa y yo me siento feliz de tocarte tierra, sos parte de mi vida. Te escogí como mi casa y tus sonidos me abruman aún en estas noches de lluvia cuando la energía se descarga sobre tí y yo siento la fuerza del impacto tan fuerte. Porque me debía este tiempo en un lugar en donde recordara con cuán poco es que podemos vivir. Me siento aún sorprendida de moverme con la facilidad que puedo, y sobre todo me abruma ver cuantas cosas cargamos que nos detienen de nuestros viajes. Pueden ser cerca o lejos, pero en realidad necesitamos poco. Muy poco. Nos llenamos de cosas valiosas y de otras que estorban y ocupan espacio y tiempo y roban energía. Porque todo vibra y ya lo he escrito, todo tiene espíritu.


Voy dejando por ahí mi espíritu, mi energía y mi amor por este verde que siento tan mío, tan cerca, tan familiar. Hay veces siento que fui árbol. Hoy sé que soy una mujer árbol. Una arbola. Porque me siento aquí en este bosque en medio de tantos árboles sin mucho que me separe de ellos como si estuviera en mi propio tipi sin necesidad de ninguna tela ni de ningún fuego. Aqui estamos los que somos. Mis perras me acompañan en silencio y me observan. Saben que estoy mudando de piel. Y que entre menos me miren o me toquen, más rápido mudaré y entonces ellas me dejan quieta. Simplemente me vigilan. Me protegen, me aman.


Olvidamos a qué huele la tierra. Y somos tierra. Olvidamos que nuestro cuerpo está hecho de lo mismo que todo y que nuestra composición es principalmente agua. Eso nos hace vulnerables, sensibles. A mi me echaron el baldado completico y yo me dejé. Y así voy viviendo convencida de que esta naturaleza que amo tanto, es en realidad mi centro, mi norte. Yo la busco y ella a mi. Como esta nueva tucaneta esmeralda que llega a mi vida para que juntas nos rehabilitemos de lo que sea. Cuando la veo observando afuera, puedo reconocer esa mirada, yo misma la he visto en mi. La libertad es para ambas esa necesidad para poder estar vivas. Puedo sentirlo. Y ella en el acto más importante que pueda existir entre los seres, me agradece. Yo le agradezco a la mujer que la recogió de la calle. Necesitamos más seres conectados con el mundo natural. Es la única opción que tenemos para equilibrar este mundo en el que ya la vida es un suspiro. 


Olvidamos a qué huele la tierra. Y la tierra huele a bosque, a selva, a cascadas, a esa quebrada de allí cerca, a ese río que conocí hace poco y me llama como si estuviéramos conectados desde antes. Como esa piedra. Con esos escritos de hace tanto. En ese lenguaje misterioso. Mensajes escritos en piedra que tal vez nunca descifremos. No me inquieta lo que dicen. Solo me basta sentir su energía para reconocer a mis ancestros y saber que ellos sí sabían a que olía la tierra. Vivían adentro de ella y la respetaban como ninguna otra vez la especie humana ha hecho. Olvidamos a qué huele la tierra, y no es lo único que olvidamos. ¿A qué huele tu tierra?

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