top of page
  • 3 Min. de lectura

Que en tan poco tiempo seres que parecieran tenerlo todo caen por allá profundo en un lugar abismal del que salir pareciera imposible. Y no lo es. No debiera serlo. Porque ahí afuera quedan maravillosos seres que lastimamos cuando decidimos no seguir más. Y es injusto.


Hay muchas formas de no continuar. Hay mil razones. Pero hay muchas más para hacerlo. Para despertar con agradecimiento por lo que podemos ver y tocar y sentir. Por lo que inclusive no podemos ver, ni tocar, ni sentir pero tal vez imaginar. Porque todos vamos a morir. Nuestra energía trascenderá a otras formas. Tal vez. Pero no hay afán.


Y sin embargo, seres luminosos y además estereotipos para nuestros jóvenes han pasado a esas nuevas formas dejándonos un mensaje. Porque no es la fama. No es el dinero. No es la cantidad de proyectos. Ni lo que hayas podido conocer de este planeta. O probar de él en su sin número de sabores, colores, formas, o inclusive en su música. Es en relaciones. En esa realidad que debemos construir permanentemente con quienes nos rodean para hacerlo de la mejor y más saludable forma.


Qué nos pasa que no podemos escuchar el dolor de los seres que nos rodean y tratar de comprender que es necesario algo más. Que quienes hoy están escondidos en su propio miedo y en su dolor se quedaron atrapados en el pasado dejando de ver el presente y por supuesto el futuro. Que es necesario mantenernos activos para mover esa energía que somos y de paso conectarnos con los otros que también nos necesitan y necesitamos.


Ciertamente algo sucede en este mundo cambiante y ya tan virtual. Poco llamamos a los que más amamos. Hasta que los vemos. Y cuando los vemos nos quedamos cada uno en lo suyo. Y lo suyo es un dispositivo que tiene atrapados a la mayoría. Como embobados o entorpecidos ciegamente por aparatos que nos muestran un mundo más allá. Cuando el que tenemos que ver y sentir está más acá.


Y cuánto nos cuesta romper el silencio. Cuánto nos cuesta hablar y decir que no sentimos que el camino por donde vamos está bien. O decirle a alguien que creemos que su ruta, no es la correcta. Y que pronto podrá caer. O resbalar. O irse hasta ese lugar profundo del que luego salir tomará más. Mucho más.


Qué nos pasa. No debemos seguir así. No podemos. No es posible. Nuestros hijos necesitan un lugar más estable para vivir. Para desarrollarse. Para alcanzar sus sueños. Para proyectarse. Para imaginar lo impensado. Nosotros también necesitamos salirnos de nuestras propias zonas e ir tras todo lo que más deseamos olvidando que hay obstáculos. Porque siempre los habrá. Y existirán siempre nuevas formas de salir airosos de las circunstancias difíciles. Siempre.


Qué nos pasa que nos venimos enfermando tanto y de tan diversas cosas. Somos una fuente vital de energía que necesita que dejemos de fingir y pretender que estamos bien cuando en realidad podemos tener todas las conexiones trabadas ocasionando dolores que luego se nos vuelve en esa enfermedad a la que más tememos. A esa…


Quisiera descubrir el secreto del equilibrio. Pero al parecer no lo hay. Es un diario caminar. Es un rayo de sol que nos toca. Es el viento que sopla. Es la brisa del mar. Es la risa de un hijo. Es el abrazo de un amigo. Es el café en la mañana. Es el camino con tus amigos de cuatro patas. Es la cuesta arriba. Y la hacia abajo también. Es el descanso y el trabajo. Es el amanecer y el atardecer. Es la prisa y la pausa. Es la lluvia y el sol. Es la luna que cuando está llena nos hace mover todo desde adentro. Es la paciencia y el olvido. Es el perdón y la risa. Es el ayer y el hoy. Es el mañana que con certeza llegará con nuevas experiencias. Es este instante. El presente.

 
 
 
  • 3 Min. de lectura


Hace 365 días me levantaba en un lugar extraño. No reconocía nada de lo que me rodeaba. Todo era diferente. Nada me era mío. No sentí el canto de los pájaros. No pude acercarme a mi altar a agradecerle a la vida. No salí con mi café al bosque. No me descalcé para ir a abrazar a aquel gigante. No me perseguían mis perros. No vi el cielo azul.


Cómo pasa el tiempo. Ya van 365 días desde aquel momento en el que todo lo que me rodeaba era aquello a lo que más temía. Con toda mi alma. Y cada segundo parecía la eternidad. Y ese día no vería a nadie conocido. Y ese día no podría ni salir al pequeño patiecito desde donde sentía que podía conectarme con los árboles. Y llegó la noche y fue aún peor.


Mi mente estaba aún en un lugar desconocido para mi en donde todos a excepción de mis más cercanos me querían hacer daño. Todo me era peligroso. Fui hasta un lugar más allá de mi propia frontera y mi energía se desvaneció hasta el cansancio. A mi espíritu solo le quedó soltarse ante tanta información y la medicina hizo lo suyo.


Me desconectó por unos días de mi realidad para poder nuevamente volver a mi centro. Y volví. No ha sido fácil. No vivimos en una sociedad preparada para aceptar que la cordura está más pegada de la locura de lo que pudiéramos imaginar. Están una al lado de la otra. Como la vida y la muerte. Como lo positivo de lo negativo. Como el yin y el yan. Están todos tan cerca que sólo una línea delgada y diminuta las separa.


Cómo pasa el tiempo. No recuerdo todo. Ni a todos. Sólo lo preciso. A los precisos. A esos que amo como a mi propia vida. Recuerdo fragmentos. Lo otro seguro que quedó grabado en mi memoria ancestral y tal vez con el tiempo recuerde algo o nada de lo vivido. Lo cierto es que diez días después de entrar a aquel lugar del que nunca pensé salir, salí. Y desde entonces cuido mi vida como lo más preciado. Y mis pensamientos. Y mi cuerpo. Y mi espíritu.


Vivimos rodeados de infinidad de cosas que nos dicen cómo ser exitosos. Cómo llegar a ser lo que queremos. Cómo conseguir ese empleo que soñamos. Cómo conseguir ese amor de nuestras vidas. Cómo criar a nuestros hijos. Cómo seguir un camino deseado. Pero qué poco nos dicen sobre como mantenernos en equilibrio. Sobre cómo ser esos seres ricos espiritualmente que nos puede ayudar a soportar todas las tempestades.


Cómo pasa el tiempo. No pensé que un año se fuera tan pronto y hay veces también tan lento. Porque hay días en que en un abrir y cerrar de ojos ya es de noche y otros en que la vida se detiene y se queda detenida y sostenida en un limbo inexistente. En un lugar misterioso que ya aprendí a manejar y a disfrutar. Porque lo puedo ver desde otra perspectiva. Y lo aprecio. Y me hace cerrar los ojos como ahora y dejar que la tibieza del sol me caliente toda. Y me hace respirar profundo y permitir que todo este aire maravilloso que hay aquí este disponible para mi.


Han sido días increíblemente bellos que me han enseñado el valor de la amistad y del amor. Porque sin ellos nada es posible. Me han enseñado que la paciencia nos otorga el poder de retomar nuestras vidas para volver a creer en lo que fuimos, en lo que somos, en lo que seremos. Me han entregado el tiempo necesario para rehacer mis pensamientos y dedicarle tiempo a lo que verdaderamente nutre mi espíritu. A lo que estoy llamada a ser.


Cómo pasa el tiempo. Le agradezco a la vida la oportunidad porque casi que no me la permito tener. Me la iba tomando como si de nosotros dependiera. Y no. Hay algo más…algo más que nos supera y que nos mantiene viviendo llenos de gozo y de esperanza. Llenos de posibilidades y de opciones. Algo que mantiene encendida esa llama que sostiene nuestras vidas. Nuestro ser. Algo que me hace cosquillas cada mañana…cuando confirmo cómo pasa el tiempo.

 
 
 
  • 3 Min. de lectura

Me recuerda de quien soy hija. De quienes somos hijos. Está casi llena y puedo sentirme abrazada por ella. Es un hermoso regalo. Así la recibo. Es como si me la hubieran mandado hace cincuenta años. Y llegó hoy para estar aquí conmigo. Con lo mío. Con los míos. Está iluminando este bosque y todos sus seres se sienten atraídos hacia ella. Como yo.


He recibido su bendición durante tantos años…que hoy siento tanto agradecimiento con ella y con quienes me han permitido a lo largo de mi vida y de mi viaje por este planeta acompañarlos y acompañarme. Han sido una bendición aunque en su momento tal vez yo no haya podido saberlo. Todos. Y por eso estoy agradecida. Con todos. Porque son lo que hoy me permite estar en mi hermoso centro agradeciendo por cada instante vivido. Por cada día y noche que desde niña me han regalado el placer de llegar hasta esta mitad de mi vida.


Mi retoño hoy me recordaba lo inmensamente feliz que soy por saber que mi semilla ya hoy viaja en este planeta para ser parte de mi legado en la tierra. Su amor por lo que me rodea saldrá desde lo más profundo de su corazón siempre. Y entonces yo estaré ahí. Eternamente.


La sonrisa de mi madre me decía todas por las que hemos pasado. Buenas y malas. Más buenas que malas. Aunque crecer siempre nos cueste tanto a tantos. Porque el desapego hay veces es doloroso. Y porque ser diferentes tiene un precio alto que hay veces parece que no pudiéramos pagar. Ni con lo más preciado. Porque somos lo más preciado y entregarnos es imposible.


Me rodean los que son. Los precisos. Aquí están conmigo. Allá afuera esta luminosa luna también los ilumina hoy y ellos saben que yo estoy con ellos y ellos conmigo. No es necesario la presencia constante. Porque la amistad no requiere sino estar. Y es incondicional siempre. Como la más hermosa dicha.


He avanzado. Y es hermoso poderlo sentir. Muchas veces creemos que no lo hacemos y sí vamos hacia adelante. Hacia donde queremos. Y algunas veces retrocedemos y otras nos hacemos a un lado y muchas nos detenemos. Y es lo preciso. Así es. Porque de esta forma ratificamos nuestros pasos. Son esa certeza que nos mueve.


Afuera la luna está cargando mi vida de fuerza para despacito continuar por este maravilloso viaje que he decidido vivir. Aprender que no estamos solos ha sido mi constante. Porque no lo estamos. Estamos más acompañados que solos. Están con nosotros nuestros ancestros y a ellos les doy gracias. Están con nosotros los elementales. Los elementos. Los seres de otras formas que también están conectados con nosotros y las energías misteriosas y poderosas que vienen de otros tiempos, lugares y espacios.


He dado la vuelta al sol cincuenta veces. Y deseo poder hacerlo muchas veces más. Deseo poder hacerlo porque mientras lo hago me conquisto y conquisto mucho de mi y de este único planeta. Deseo poderte ver luna muchas veces más. Pedir cincuenta más sería mucho pero si deseo poderte ver resplandecer en el cielo de mi universo y del universo de aquellos que amo. Deseo poder alcanzar mis sueños y ayudar a otros a que alcancen los suyos.



He vivido intensamente. He vivido grandes experiencias. Ellas me hacen hoy quien soy. Y aunque muchas hayan sido dolorosas, debí vivirlas para comprender. Para aprender. Para ser. Y por ello estoy amorosamente agradecida con su enseñanza. Con esas lecciones de amor que me permiten ver mis primeros cincuenta años como ese delicioso paso por esta tierra rodeada siempre de puro amor. Veintiún años he estado acompañada de un maravilloso ser que cada día me hace retornar de nuevo al centro para arraigarme con certeza y voluntad al viaje del día a día que hay veces nos cuesta tanto. Porque solemos perder de vista el horizonte…aún con noches iluminadas con las más bellas lunas. Como hoy. Gracias vida por mi vida y por tu vida.

 
 
 
Martha Llano 2025®
bottom of page