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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna



Eso somos. No hay tiempo ni espacio comparable con ese diminuto instante en el que habitan nuestros recuerdos. Estamos en ellos. Son ellos quienes nos dan vida y por quien aquellos que amamos, existen. Existimos en nuestros recuerdos y en el de los otros. Ahí permanecemos. Es allí donde somos eternos. Sigo siendo el recuerdo de mi niña. El tiempo no cuenta. Algunas veces apelo a mi niña, a la que puedo recordar y en ella estoy presente.


Somos los recuerdos de nuestros recuerdos y develar ese misterio nos permite vernos en el pasado, en el presente, en el futuro. Viajo en el tiempo en mi propia memoria. Puedo cerrar los ojos e ir a ese lugar a una piscina en donde veo la luz tenue del fondo y reconozco en la superficie a mi madre. Soy aún esa chiquilla en mi corazón y en mi mente. Habito en ella y es mi presencia. No hay mejor máquina del tiempo que nuestro propio cerebro. Tenemos tanto poder en él que apenas podemos comprenderlo. Es tan sagaz que hay veces un olor activa un gran recuerdo. E inmediatamente voy a ese tiempo, a ese espacio, a ese lugar en donde mi cerebro grabó ese recuerdo y lo archivó bien profundo. 


Soy el recuerdo de ese Tipi en donde rezando arrodillada veía a lo lejos que mis amados habían partido en una guerra. Era un valle, una sabana, una estepa. Yo era una mujer indígena que se lamentaba porque me dolía. Había un fuego enfrente mío. Y mi corazón no podía resistir porque ahí yo sabía que había quedado sola. Ni siquiera veía a mis lobos y el fuego y la sal de mis lágrimas me curaban. Eran mi medicina. Ese Tipi era mi hogar.


Los recuerdos son nuestra medicina. Por eso cuando nuestro poderoso cerebro olvida, enfermamos. Necesitamos recordar para centrarnos. Podemos elevarnos hasta más allá del infinito cuando vivimos en la simpleza del presente, del ahora, del hoy, de este instante. Pero apelamos a nuestros propios viajes en el tiempo para evocar esos instantes que son solo repetibles en nuestro cerebro. Y no todos lo son. Quisiéramos recordar otras vidas. Pero guardar tanta información sería tener un disco duro demasiado poderoso. Y es así como yo creo que los guardamos en nuestra "nube". Allá en ese lugar de donde venimos. La fuente . Nuestro origen. En nuestra ciberalma están la totalidad de nuestros recuerdos y acceder a ellos sí que es clasificado. Pareciera que no tenemos la contraseña. Y aquí, con nosotros, conmigo ahora, tengo acceso a la información que tengo en este cerebro y en esta vida. Siendo inclusive tanta información que tenemos que archivar bien profundo recuerdos, para poder hacer nuevos.


Hay veces reconozco inclusive mi memoria como otras formas de vida. Y eso es otro nivel Maribel. Porque no encuentro interlocutor para poder expresar todo esto. Y es ahí cuando decido contármelo a mí misma, a mi niña, a mi otra yo, a mis muchas yo, y sin tapujos, decirle, fui volcán, fui búho, fui indígena, fui piedra, fui tantas otras cosas...que hay veces siento que soy todas. Poderosa memoria. Recuerdos, eso somos. 


No hay tiempo ni espacio para la posibilidad de atrapar esos que somos en instantes que no sabemos dónde es que existen. Éste por ejemplo, ¿dónde está en este mundo? En mi mundo, en tu mundo...Yo intento atrapar felicidades cuando vivo un duelo y de repente el duelo se va por un instante, y luego regresa y entonces me pregunto ¿a dónde fui en ese instante? ¿Qué fue lo que cambió? Y entonces alegremente comprendo que sí que puedo cambiar mi propia realidad. Ese es mi poder. Aún cuando me duela este duelo, decido salir de ese lugar inexistente para darle lugar a mi serenidad.


Recuerdos, los tomo, los abrazo como a un gran amigo, los siento, los añoro, viajo con ellos y los hago también mientras viajo. Soy una con ellos. Soy ellos.

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Entonces uno comprende el dicho de pasamos una noche de perros. Porque así es. Hay noches en que la manada está inquieta y nadie duerme. Y todos dormimos en el mismo techo para proteger la fauna que esta afuera de noche en este bosque. Casi nadie lo comprende pero esa es la verdad. Para mi los perros no son humanos. Son mejores. Nunca juzgan. Y eso para mí, hace la diferencia en nuestra convivencia. Sólo hay amor y comprensión en su compañía. No todos lo podemos ver. No todos amamos de igual forma la vida. Lograr que algunos me comprendan ha sido un reto. Porque mi casa es perruna y peluda. Y hoy, siento que me voy quedando sin mi manada. Aunque cambie, hay manadas de manadas y ésta es una.


Cuando tu manada no es del todo humana uno aprende a tolerar otras formas de vida. Siempre he sospechado de los humanos que huyen de los perros. Me generan una resistencia tal que solo puedo soportar a pocos de ellos. Porque también los quiero. Pero esos que van por ahí y que simplemente creen que la vida de los otros, por ser perros les pertenece, de esos me toca estar bien alejadita. Siento en ellos el odio y la traición. No sé si tengan manada siquiera. Pero sé que no son de fiar. No son tolerantes, aman la perfección, que ni un pelo esté sobre ellos...y la verdad, es que son tan animales como todos.


Cuando tu manada empieza a irse a las estrellas, uno no duerme. No he dormido. Es natural. No caminaba con mi café cada día con una cosa. Era con un ser vivo que me miraba y me respondía. Uno que era capaz de dejarme saber que estaba viejo y cansado y que quería regresar a casa. Uno que seguía mi rastro a donde fuera. Mientras fui a Patagonia siguió los pasos que él quiso. Siguió los míos hasta que tal vez se desaparecieron y se volvieron otros. Sé que anoche vino en mis sueños y me tocó la puerta como solo él solía hacerlo, a lo maldita sea.


Cuando tu manada no es del todo humana y sobre todo cuando uno los ve nacer y toma a esos seres misteriosos por primera vez en sus brazos, puede comprender por fin el significado de la amistad. No tengo una amistad humana como la que he tenido con mis perros. Si eso es asunto de locura cojanme y atenme pero ya mismo, porque no puedo negarlo. Su amistad es tal vez la sensación de pureza más grande que uno como humano pueda sentir. En realidad, algunos de quienes decían ser mis amigos me han traicionado. Algunos han violado los códigos sagrados de una amistad y ya son solo conocidos. Y no es que sea fácil hacerlo. Es casi como dejarlos morir en mi vida. Y aunque yo para ellos no fuera su amiga, desafortunadamente ellos para mi si. Y comprenderlo me tomó años.

Mis perros han sido mis mejores amigos desde que me permitieron tener uno. Siempre en casa fue un tema negado. Desde que pude, me rodeo de ellos no porque sea más fácil. No es más fácil. Es tremendamente exigente. Son hijos que aún nuestra cultura no ve como tal. Y por lo tanto la discriminación es enorme. Y la respeto. Pero prefiero pasar mi vida entera con perros y en una manada salvaje que con una humana. La humana nunca para de hacer daño y de juzgar. De querer poseerlo todo y de armar una guerra en todas partes. Las manadas se equilibran y eventualmente alguien tiene que partir. Pero no se quedan toda la vida en eso. 


Cuando tu manada no es del todo humana, una mirada es suficiente. Hablamos con la piel y con los pelos. Con nuestro olor. El silencio es esa constante que todos respetamos y cuando algo sucede algunos ladran y otros muerden. Yo algunas veces quería aullar, pero me llevaba adentro ese lamento y al otro día amanecía enferma. Nos enfermamos porque no somos acertados comunicándonos. Necesitamos aprender a hablar y a decirlo todo y por eso decidí hace mucho decirlo todo. Así el otro interprete lo contrario. Vine a comunicar. Eso hago. Vine a decir que pertenezco a una manada medio rara, pero es mi manada. Aquí sabemos cómo vivimos y dormimos y comemos. Aquí nos amamos y protegemos este bosque, mientras él también nos da su abrigo. Puede que para muchos humanos necesite terapia por esto. Pero igual yo pienso que quien lo piensa, lo que necesita es el placer de pertenecer también a una manada medio rara y funcional y no en la que están. No se acostumbren a la disfuncionalidad solo porque es normal. No normalicen eso.


Cuando tu manada no es del todo humana y empiezas a ver pasar esas estrellas fugaces que son, porque su vida en el tiempo que conocemos los humanos es más corto, es que aprendes que cada dolor es diferente. Todos los duelos son otros. He vivido muchos. Porque mi manada ha sido grande. Muy grande. Desde Roble y Yarumo, pasando por la Crespa, Merlín, Mago, Mía, Coco, Oddie, el nuevo Mago, Lolo, Tina, Asterix. Mis amados perrunos que me han regalado lo mejor de ellos y que cada noche los siento muy cerca de mi. Me quedan recuerdos y su espíritu vigilante. Nunca antes había sentido un vacío energético tan fuerte como el de anoche con el viaje de éste grande. Espero que regrese pronto...y que si regresa sea lo que quiera ser, pero que cuando yo lo mire a sus ojos en una mañana como hoy, nos reconozcamos. Anoche salí a caminar para que siguiera mi rastro...que su olor se quede en mi. Que recuerde que soy su Haku.





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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna


Eso somos. Sin darnos cuenta. Tú y yo. Él y ella. Ellos. Todos. Somos una gran familia y aún sin comprenderlo no hemos podido avanzar en nuestras diferencias. Todos somos uno. Pero somos también distintos. Ninguno repetido ni naciendo repetidos. Misteriosa grandeza de este vasto Universo. Hay veces intento buscar mi alma gemela en otra galaxia, pero sé que aquí estamos los que somos y podemos reconocernos desde la distancia. Estamos en nuestro olor, en la sonrisa tímida, en nuestras manos sudorosas cuando reconocemos ese más allá que todos tenemos entre quienes vibramos en una frecuencia particular. La frecuencia del amor.


Familia, esa es la frecuencia. Por ella cobramos vida y vivimos intensamente y por ella morimos un poco cuando vemos que no podemos entendernos entre hijos, padres, hermanos, amigos del alma, todos seres luminosos y hermosos que no somos capaces de llegar a sutiles acuerdos. 


Acuerdos. Qué difícil conseguirlos y qué simple alcanzarlos cuando lo sabemos. Es una decisión y están basados en la misma frecuencia, la frecuencia del amor. Esa que suena y resuena en nuestro interior y que en un día como hoy, el mundo desde el cosmos debe ser más luminoso y grandioso. Si tan solo pudiéramos perdonar, olvidar, sanar, seguir, fluir, alcanzar. Si tan solo en una estrecha Franja hoy, miles de familias encendieran luces en sus corazones para que allá afuera su mundo mañana no estuviera destruido. 


No tengo nada por pedir. Solo quiero dar. Quisiera darle a todos esos seres que perdieron a sus amados, una forma de esperanza, un aliento en sus vidas, un abrazo que pudiera hacerles sentir a esos amores que partieron y que misteriosamente hoy hacen parte de las estrellas que ya poco vemos. Quisiera recordar a tantos seres que deambulan perdidos en este gran mundo sin poder encontrar el camino de vuelta a casa, la salida de esas encrucijadas en que la vida mete a algunos. Las drogas, el alcohol, la desesperanza y otras tantas que ni quisiera nombrar. Me queda el consuelo de haberte hablado primo hasta las últimas horas de tu vida con todo el amor que te tenía. Eres sangre de mi sangre.


Familias, somos diversas y maravillosas. Todas hacen parte de esta historia de los humanos que hoy habitamos por miles de millones este gran azul. Viajamos, recorremos, vamos y volvemos y siempre regresamos al nido. No todos. Quisieran. Algunos no. Pero lo natural es mantener un vínculo eterno con esos que nos dieron la vida, con quienes nos llamamos hermanos, primos, sobrinos, tíos, abuelos. Nuestras familias son extendidas y generamos vínculos profundos además con amigos del alma que sin darnos cuenta y con el correr de los días se vuelven hermanos, hermanas, primas, primos, tíos, abuelos, todos tenemos amigos hermanos del alma. Y no es por la edad, es por la vibración de nuestro corazón en expansión hacia una consciencia superior que nos hace ser muchos en una vida o en muchas vidas. Estamos conectados. Somos familia. Con o sin acuerdos somos lo mismo y tendremos que resolver todo en algún punto de nuestra existencia. Como lo que seamos. Ya fui muchas cosas. Eso ví y me espera la posibilidad de aprender y reconciliarme con todo lo que he sido para así de una vez encontrar mi totalidad. 


Que la vida nos sorprenda. Que te abrace fuerte esta intención. Que respires como si fuera tu último aliento y lleves ese regalo que tienes hasta tu centro y desde ahí te proyectes y te veas y te pierdas y te encuentres y me encuentres. Deseo que todos comprendamos que lo que creemos, lo que creamos y que todos tenemos posibilidades de lograr esa belleza que amo desde niña: la magia. La he visto, la he sentido, te siento aquí a mi lado y veo como lees detrás de mis espalda reconociéndote en mí y yo en tí. Podemos ser los seres humanos que queramos ser, construir las relaciones que deseemos y construir la humanidad que soñamos. No estamos solos y entenderlo es la única forma de permitir que seamos guiados por el camino en el que en un día como hoy, solo existiría cerrar ciclos en medio de un amor luminoso y abundante en este planeta y por supuesto en nuestro corazón.






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