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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

Li


No está mal escrito. Tercero en la tabla periódica. Primero en mi vida. Litio. Él mismo. Qué corto nombre para un elemento químico tan importante en el planeta. Un metal alcalino descubierto en un mineral y no en los tejidos de las plantas como los otros. Con razón, ahora sí sé porqué es tan importante en mi vida. Yo que hay veces me creo planta y me camuflo con ellas. Si tan solo pudiera. Un elemento vital para tantos seres. Pasé por la tabla periódica sin darle la importancia que se merecía. Los viejos patrones de educación no hacen enamorarnos de que lo que debemos saber. Todo es obligado, que ellos nos enseñen y que nosotros aprendamos. Me acuerdo de poco. He tenido que, a través de mi vida recordar y volver a aprender. Muchas cosas con dolor. No nos enseñan a vivir, que nos van a enseñar a morir...

Litio. Solo lo reconocía en las pilas. Deme las de litio...si esas... Ahora tampoco es que sepa mucho. Sé donde hay un gran depósito. El salar del Uyuni, Bolivia. Aquí cerquita de dónde estoy. Me provoca ir a quedarme un mes sumergida. Porque esos 900 mg del Li que me tomo como que hay veces no me hacen nada para controlar las emociones cuando veo algo que me duele profundamente. Leer las noticias que pasan en mi celular de mi país me agobian tanto que cierro los ojos y me voy al Uyuni con mi mente porque para eso la tengo. Ni qué decir de cuando veo un animal sufriendo. Un perro, un gato, un tigrillo albino encerrado el resto de su vida en un ecosistema simulado, un gorila ahí en esas imágenes en donde los humanos interpretan que quiere ver el bebe de una humana a través de un vidrio y ellos ahí, toda la vida, en zoológicos, en centros simulados para siempre...de qué planeta somos los humanos por Dios...de cual? para yo mandar algunos...

Ya decía, Litio. Li. Un par de letras que un día cambiaron mi vida. Taz. De un solo tajo. Veo a muchos iguales. Perdimos uno hace poco. Porque esta vida de lo que llamamos muerte está a un salto. Diminuto. Sutil. Uno. Un paso. Un momento único de nuestra existencia que lo cambia todo. Para nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Pero también para los que dejamos. Ellos allá atrás se quedan como dicen literalmente "colgados de la brocha". Así me quedé yo. A un paso, colgada de la brocha y sintiendo que aunque le tendí la mano es necesario que el otro tienda su mano. De lo contrario no es posible. Porque cuando uno se va lentamente a ese abismo profundo, uno jamás se imagina qué tan profundo puede llegar. Pareciera que no tiene fondo. Es oscuro y frío. Es aterrador. Porque además se te acaba el aire. Ese otro vital. O. Nada más y nada menos. O lo respiras O te morís. O lo cuidas O no existís. O salís de ese túnel pronto O no salís. No hay de otra. Hay que tender la mano. En ambas direcciones.

Lo peor es que uno ve allá arriba a sus amados y no sabe por dónde salir. Sabe qué es hacia arriba. Pero no es claro hacia donde...he estado allí. Ya lo saben. Es un lugar en donde además el vacío pareciera ser el predominante. No quiero regresar. Jamás. Jamás. Porque es sentir que te ahogas aún respirando el aire que es lo único que puedes respirar. Es sentir que no puedes tocar nada porque solo habita la nada. Las enfermedades mentales todas son para mí las más complejas de nuestra existencia. Todas las enfermedades son tremendas. Pero las mentales habitan en nuestro disco duro y ahí es como muy verraco. Son producto de esas conexiones o desconexiones de ese maravilloso órgano. Todo está allí. Nuestros recuerdos, nuestras experiencias, nuestros sueños, nuestras enfermedades y es allí donde yo siento el amor. Que lo mande para el corazón es una cosa, pero es desde ese cerebro poderoso que siento que puedo construir y amar y ser quien soy.

Cada día sueño que quienes sientan algún asomo de que hay un túnel como opción para empezar a caminar hacia él, le digan a sus seres amados qué es lo que sienten, cómo lo sienten...porque su vida, desde antes inclusive de ese momento, ya estaba en peligro. Y cuando ingresas a ese túnel, comienzas a suicidarte sin darte cuenta. Y cuando te suicidas no te suicidas solo. Te vas con el amor de un montón que no viste. Te vas con el afecto de madres y padres, de hijos, de esposos, de hermanos, de amigos, de gatos y perros que también te amaban. Te llevas recuerdos, sueños y emociones y los dejas caer todos al vacío. Y ellos no pueden regresar, ni salir de allí ni volar.

Détente. Eso hice yo en medio de mi viaje. Porque eso es. Es un viaje a tu interior. El túnel no existe. Está en ti. En ese poderoso cerebro que es capaz de imaginarse todo y hacerte sentir que es real. No jodaaaaa. Quien lo haya hecho si es un inventor muy teso. Más de mil millones de neuronas que nos dan la capacidad de razonar, de experimentar sentimientos y de comprender el mundo. Algunos usan tres, yo si decidí sacarle jugo a ese mil millones, y hay veces siento que se van a explotar. Y ahí es donde Li aparece y me mira y me coquetea...y yo, yo ya sé qué es lo que hay que hacer. Nunca sabré qué fue primero. Si la ausencia de litio me volvió así, o si el exceso de mis experiencias y de las emociones que ellas produjeron en mi vida se consumieron el Li de toda mi vida. He ahí el misterio...yo creo saber dónde empezó todo. Hubo un evento en mi vida que la partió en dos. Apenas tenía 15 años. Y mi vida nunca fue la misma. Un evento por el que yo por muchos me sentí responsable. Ya no. Pero no hay vuelta atrás, nuestro cuerpo es una máquina perfecta, y cuando le das y le das y le das a la misma parte, se desgasta y aunque hay muchas formas de sanar y lo he hecho, también reconozco que vinimos a vivir y a morir... así es que ya solo me queda meterme al salar del Uyuni y disfrutar este paisaje maravilloso que tengo el privilegio de ver con Li, O y con el resto de esa tablita. Periódica, qué nombres tan acertados los que inventamos hay veces.

Li hasta parece un nombre de un nuevo planeta que de ser habitable me mudaba, porque en este las emociones que siento me desbordan. Y qué tan simbólica la leyenda sobre su origen: Cuenta la leyenda que el Salar de Uyuni se formó con la leche materna derramada por el volcán Tunupa, cuando le robaron a su recién nacido. Cada año son sus lágrimas las que inundan este mar de sal en la época de lluvias.



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