Oriente. Ese por donde nace el sol. Éste que veo en este instante sabiendo que apenas este monito se acaba de cruzar con esa hermosa luna blanca y que mañana será llena y con eclipse visible desde nuestro mundo. Esos. Andes mágicos, majestuosos, únicos, irrepetibles, la cordillera continental más larga del mundo y esa que alberga los volcanes más altos del mundo. Puro fuegooooo. Esos mismos. Diversos, increíblemente ricos de diferentes formas. Desde el mar hasta las nieves perpetuas cerca de los glaciares más impresionantes que uno pueda siquiera imaginarse.
Sentada mirando al Perito Moreno me inquietaba saber que ya vamos a Marte y ni siquiera sabemos quienes nos habitan en estos otros mundos fríos y desconocidos. Aquí al menos podemos respirar este aire que otros decidieron cambiar por nosotros hace tanto... Todo parece salido de uno de esos lugares de Tolkien y de otros que seguro seguro se vinieron a estas y otras montañas a ver dónde es que nace el sol. Y nace aquí. En Anti. Un punto cardinal que los quechuas llamaban así y al que le pusieron antes y después de muchas palabras para significar bellas cosas, para nombrarlas...para que existan. Así de importante era para ellos la salida de este astro. Cuando él se nos muestra, para mí es vital verlo salir y luego esconderse. Porque ambos momentos sí que son bien sagrados. Lo siente mi piel.
Sólo puedo imaginar lo que vieron los incas. Ese imperio poderoso y tan complejo que nos dejó tanto y que también aniquiló tantas otras tribus. Huallas, Alcabizas y Poques, nombres completamente desconocidos para nosotros. Pero su energía desaparecida de estas tierras permanece. Éstas fueron sus tierras y éstos sus cielos, sus sierras, sus costas, su selva, sus altiplanos, sus valles, sus volcanes...la fuerza de la tierra que habla con el poder del fuego.
Aquí las aguas que bajan de los cielos son otros, numerosos y fríos, que pueden pasar cerca de desiertos que lo dejan a uno abrumado de la capacidad de la vida que genera una sola gotita de este preciado elemento. Y he ahí la razón para los asentamientos. Yo solo puedo imaginarme ser inca y tal vez todos los fuimos o al menos por nuestras venas corre su sangre y por eso mi corazón hace pum pum cuando veo estas montañas gigantes. Su riqueza me deja pasmada y de puro amor del verdadero mis lágrimas corren por mis mejillas ante tanta belleza. Única. Anti.
¿O por qué crees que estando cerca o lejos cuando te dicen frijoles se te acelera el corazón? Donde estés. Eso es mucha conexión con esta semillita que hemos domado, domesticado y mezclado. Siendo una de las plantas más antiguas de cultivo, en estado silvestre son pequeñísimos y también se recolectaban en Afganistán y las estribaciones del Himalaya. Fueron mejorados en Tailandia y también depositados con los muertos en Egipto. Posteriormente las hadas, eh, perdón, las habas, como también se les llama, fueron cultivadas en el Egeo, Iberia y la Europa transalpina. Esta proteína no es solo nuestra, es de la tierra. Y mientras los científicos discuten si su origen fue méxico o los andes yo no dejo de sentir que le pertenecen a estas altas y misteriosas montañas en donde todo parece posible.
Anti, en tí vivieron culturas que buscaron de todo. Lugares más templados y con menos viento. Lugares más altos o menos altos, lejanos o cercanos a las costas, donde la vida marina permitió tener tanto alimento en esos tiempos. Ahora estamos descaradamente pasados y la industrialización de todo va acabando con lo que queda. Me da pena la verdad con la gente del futuro. Siento que en el siglo pasado devastamos todo y ahora en éste, estamos intentando remediar el pasado, hacer algo más, distinto. El desarrollo no es eso. Muchas culturas nos lo demostraron. Pero una sola las aniquiló.
Anti. Qué palabra tan hermosa. La prefiero así. Anti... ese lugar que observo cada mañana y que ante el primer asomo del sol busco con afán y desespero. Anti...
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