Así mismo. Escuchar ese ritmo tropical de las melodías que nos caracterizan es sin duda un verdadero placer. Las sentimos en la piel. Las llevamos tatuadas en nuestro espíritu y recordamos el movimiento de nuestros propios cuerpos con el gozo de poder disfrutar de los mejores años de nuestra vida. Al son. Al son de esa tibieza que nos da tanto pero que también nos quita todo. Suelo escribir en las madrugadas, pero aquí donde tengo el placer de estar ya las madrugadas no lo son tanto, entonces un texto por ahí, me da aliento para escribir.
Así de sabroso se siente manifiesta mi amiga, y así de sabroso debe ser. Y debería ser. Pero yo me pregunto qué nos falta como pueblo para lograr ir hacia adelante y no para atrás, o peor aún para vivir en un eterno desasosiego del que irá a ser. Y del cuándo, cómo y dónde. Porque somos una cultura inmensamente desordenada. Creemos ser muchas cosas y seguro que lo somos, pero en el caos que somos, no logramos ir más allá de nuestras propias narices. Todas las guerras nos sirven y yo que admiro a Noruega y a todos los países que dicen que no le creen a la guerra, y por lo tanto no van a ninguna. Y mientras tanto los que aman las guerras se tienen que estar reconstruyendo, los pacíficos lo que hacen, es ir avanzando...Y así, ya nos llevan como mil años., pero es que tiene lógica! Y yo que pensaba que había nacido en el tiempo equivocado. En realidad nací en el tiempo y en el espacio que no era.
Así de sabroso se siente ver cómo botamos nuestro dinero en congresistas, concejales, en cualquier tipo de político que deriva su sustento de todos nosotros. Funcionarios nuestros que nos roban y nos dan una y otra vez en la cara. Descarados. Deberían ser todos ad honorem a ver cuantos de esos sinvergüenzas que se la pasan jugando en sus sesiones quedaban en esos espacios en donde ya no respetan absolutamente nada. Qué vergüenza se ve desde afuera el maremágnum de país que somos. Parece un teatro y de los más malos. La tragedia de país que somos solo podría ser comparable en muchas cosas con las naciones africanas en donde los genocidios quedaron impunes y en donde hoy a excepción de Sudáfrica creería yo que hay un camino. Muchos dicen que tienen experiencia en procesos de paz y reconciliación, pero otra cosa es vivirlo desde adentro. Es una locura...somos incapaces de perdonarnos en nuestras propias casas por discusiones casi banales, como pedirle a un país y a quienes pusieron sus muertos que sin hacer el proceso que tenemos que hacer vengamos a tener paz. Insostenible.
Menos mal tenemos la música y la danza que nos saca de la piel y de nuestro propio cuerpo para olvidar lo que no hemos sido capaces de conseguir. Menos mal tenemos la comida que nos abruma en su delicia para olvidar lo que no podemos alcanzar. La paz se nos hace inalcanzable. Cuando para muchos hoy es un derroche para nosotros es casi imposible. Y muchos entonces vienen a tratar de entender qué es esto tan caótico en lo que vivimos, porque su perfección tampoco les es suficiente. Qué extraño. Aunque yo solo quiero paz. Y esa es bien esquiva. Porque se construye con educación, con equidad, con salud, con empleos, y sobre todo con sueños. Nos tienen que enseñar a soñar. A ver más allá. A ser grandes. A que logremos lo que nos propongamos sin pensar en los obstáculos que tendremos en el camino. Porque nada es fácil ni gratis. Eso sí pues que lo tengamos claro. En la naturaleza nada es perfecto ni gratis. Hay una ley constante y clarita, la reciprocidad no se queda con nada de nadie.
Así de sabroso de siente, simplemente. Nos cuesta mirarnos con firmeza y reconocer si quienes somos le aporta a nuestra sociedad y si lo que hacemos es coherente con el mundo que reclamamos a gritos. ¿Dónde a quedado nuestra decencia para saber qué tenemos que primero dar para recibir? Somos exigentes y nos ufanamos de ser merecedores de un mejor país. Pero ¿somos nosotros unos mejores seres humanos? ¿Lo somos? Somos compasivos y lo suficientemente amorosos para respetar la diversidad que habita hoy en nuestras casas, familias, barrios, edificios, pueblos y ciudades? Somos intolerantes con casi todo. Pero queremos ver afuera lo que no somos. Está como difícil la cosa. Eso sí, yo tolero muchas cosas, menos la deshonestidad. La verdad, la palabra tiene que ser lo único que no podemos perder. Tenemos que ser honestos hasta la muerte para que podamos dejar algo bueno aquí. Y quien no lo sea si se merece es que lo saquemos de cualquier parte, esté donde esté. Pa´ fuera. Porque solo con la verdad esto es capaz de ordenarse un poco. Y ahí sí, así de sabroso se siente...
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