Hace 365 días me levantaba en un lugar extraño. No reconocía nada de lo que me rodeaba. Todo era diferente. Nada me era mío. No sentí el canto de los pájaros. No pude acercarme a mi altar a agradecerle a la vida. No salí con mi café al bosque. No me descalcé para ir a abrazar a aquel gigante. No me perseguían mis perros. No vi el cielo azul.
Cómo pasa el tiempo. Ya van 365 días desde aquel momento en el que todo lo que me rodeaba era aquello a lo que más temía. Con toda mi alma. Y cada segundo parecía la eternidad. Y ese día no vería a nadie conocido. Y ese día no podría ni salir al pequeño patiecito desde donde sentía que podía conectarme con los árboles. Y llegó la noche y fue aún peor.
Mi mente estaba aún en un lugar desconocido para mi en donde todos a excepción de mis más cercanos me querían hacer daño. Todo me era peligroso. Fui hasta un lugar más allá de mi propia frontera y mi energía se desvaneció hasta el cansancio. A mi espíritu solo le quedó soltarse ante tanta información y la medicina hizo lo suyo.
Me desconectó por unos días de mi realidad para poder nuevamente volver a mi centro. Y volví. No ha sido fácil. No vivimos en una sociedad preparada para aceptar que la cordura está más pegada de la locura de lo que pudiéramos imaginar. Están una al lado de la otra. Como la vida y la muerte. Como lo positivo de lo negativo. Como el yin y el yan. Están todos tan cerca que sólo una línea delgada y diminuta las separa.
Cómo pasa el tiempo. No recuerdo todo. Ni a todos. Sólo lo preciso. A los precisos. A esos que amo como a mi propia vida. Recuerdo fragmentos. Lo otro seguro que quedó grabado en mi memoria ancestral y tal vez con el tiempo recuerde algo o nada de lo vivido. Lo cierto es que diez días después de entrar a aquel lugar del que nunca pensé salir, salí. Y desde entonces cuido mi vida como lo más preciado. Y mis pensamientos. Y mi cuerpo. Y mi espíritu.
Vivimos rodeados de infinidad de cosas que nos dicen cómo ser exitosos. Cómo llegar a ser lo que queremos. Cómo conseguir ese empleo que soñamos. Cómo conseguir ese amor de nuestras vidas. Cómo criar a nuestros hijos. Cómo seguir un camino deseado. Pero qué poco nos dicen sobre como mantenernos en equilibrio. Sobre cómo ser esos seres ricos espiritualmente que nos puede ayudar a soportar todas las tempestades.
Cómo pasa el tiempo. No pensé que un año se fuera tan pronto y hay veces también tan lento. Porque hay días en que en un abrir y cerrar de ojos ya es de noche y otros en que la vida se detiene y se queda detenida y sostenida en un limbo inexistente. En un lugar misterioso que ya aprendí a manejar y a disfrutar. Porque lo puedo ver desde otra perspectiva. Y lo aprecio. Y me hace cerrar los ojos como ahora y dejar que la tibieza del sol me caliente toda. Y me hace respirar profundo y permitir que todo este aire maravilloso que hay aquí este disponible para mi.
Han sido días increíblemente bellos que me han enseñado el valor de la amistad y del amor. Porque sin ellos nada es posible. Me han enseñado que la paciencia nos otorga el poder de retomar nuestras vidas para volver a creer en lo que fuimos, en lo que somos, en lo que seremos. Me han entregado el tiempo necesario para rehacer mis pensamientos y dedicarle tiempo a lo que verdaderamente nutre mi espíritu. A lo que estoy llamada a ser.
Cómo pasa el tiempo. Le agradezco a la vida la oportunidad porque casi que no me la permito tener. Me la iba tomando como si de nosotros dependiera. Y no. Hay algo más…algo más que nos supera y que nos mantiene viviendo llenos de gozo y de esperanza. Llenos de posibilidades y de opciones. Algo que mantiene encendida esa llama que sostiene nuestras vidas. Nuestro ser. Algo que me hace cosquillas cada mañana…cuando confirmo cómo pasa el tiempo.
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