Nada fácil. Casi imposible. Casi desgarrador. Casi...sin palabras. Cómo nos cuesta cambiar. Dejar nuestra piel en cada forma de relación que no nos conviene pero que nos define. Aprendemos desde niños casi todo. Hasta los siete. Eso dicen. Y a partir de ahí somos una carga de cúmulos de experiencias que nos dice qué hacer y no hacer. Aprendemos y desaprender nos cuesta. Creemos que lo que sabemos es nuestra protección del mundo, de los otros. Y al final es nuestro mayor obstáculo.
Cambiar, nada fácil. Y ser libres y sueltos y livianos parece imposible. Qué cargados vamos por el mundo llevando a cuesta tantas cosas. Tantos objetos que revelan quienes somos. Pero no solo lo material revela quienes somos y lo que cargamos. Cargamos lo que llevamos dentro. Bien anclado en el espíritu y lo que no nos deja avanzar. Ego o como lo llamen es un peso innecesario para quienes salimos de las cuevas y debemos retornar a ellas para encontrarnos. Al fuego, a una noche estrellada o lluviosa en donde sentimos que somos animales, que somos humanos, que somos naturaleza y que todo lo que exceda nuestra piel, es eso, un exceso.
Cambiar, casi imposible, pero posible. Casi arrebatador y loco, pero necesario. No somos más que un espíritu cargado de capas de historias desde que nacemos. Y nos cuesta soltar esas capas. Mudarlas. Dejarlas volar al viento y que desaparezcan en el infinito que ya no somos. Y fuera de eso creemos que debemos además cargar con las de nuestros padres, y sus padres, y los padres de sus padres. Y no. Podemos soltar esas capas. Esas historias no son las nuestras y si no nos sirven podemos soplarlas al viento en un acto de amor.
Cambiar. Sin palabras. Qué hacer para lograrlo y no dejarle a nuestro amado cuerpo todas esas cicatrices de lo que no somos ya. Porque tatuarlo para siempre con esas costras que lo enferman y nos enferman cuando sí podemos ser mariposa y desprendernos de todo con dolor pero con mucho amor. Cuando podemos cambiar y así cambiar a los otros, y al mundo que nos rodea y quizá así emitir una luz que vaya al infinito y más allá. Lejos, muy lejos. Una luz más poderosa que esa que nos da la vida. Una luz sanadora.
Cambiar. Cómo hacerlo. Qué misterio. Qué poder el de quienes lo logran. Qué privilegio al que todos podemos acceder y no queremos. Y es simple. Soltar. Soltar y soltar. La flexibilidad es una gran compañera, porque todo es perfecto. Hasta lo que pensamos que no lo es. Ninguna mariposa se alzaría si tuviera en sus diminutas alas toneladas de su historia. Qué podría contarnos una mariposa, un marsupial, y hasta una ballena. Todos necesitamos ser esa luz en nuestro interior para ser capaces de expandirnos y abrir nuestros brazos, desplegar nuestras alas, menear nuestra cola!!!
Cambiar. Cambié. Cambiaré. Cambiaste. Así es mi deseo. Ese es. Ningún otro. Para que abraces todo. La salud. La paz. La prosperidad. El amor. La dulzura de estar vivos. El placer de ser humanos. El misterio de las emociones. La perplejidad de la eternidad en un instante. La posibilidad de la serenidad perfecta. De la amplitud en el alma. Del gozo en nuestros corazones. De la perpetuidad de nuestro espíritu.
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