Entonces es más difícil pensar. Es más difícil empezar cualquier cosa. Este escrito por ejemplo. Aquella canción. Una nueva foto que captar. Cuando nuestra identidad es la violencia estamos siempre sumergidos en lo mismo. Untados de lo mismo. Atragantados hasta el cogote de lo mismo durante muchos años. Y eso para nuestra conciencia y nuestro espíritu es demasiado.
Cuando nuestra identidad es la violencia eso creamos. Eso creemos. Eso vemos y pensamos. Eso somos. Querámoslo o no. Y me he hecho una promesa. Cumplirla será mi reto personal. Pero enterarme de lo que pasa cada día en mi país a través de lo que me quieren vender como identidad, no lo quiero más. No va más. Nunca más. Mi identidad es otra. Y no acepto la que me han ofrecido durante tantos años en el país en el que tuve la fortuna de nacer. Porque me da asco. No sé cómo hemos sido capaces de crear. De crear familias, empresas, sueños. No sé. Porque lo que nos define nos arrebata esa posibilidad. Los artistas necesitamos más. Los empresarios necesitan más. Los doctores necesitan más. Los investigadores necesitan mucho más. Mucho más... Y nos merecemos más que esto.
Y ahora, permanentemente, estamos metidos en lo mismo. Más de lo mismo. Y siempre lo mismo. Y uno como que se asfixia. Yo creo que yo, ya tuve la dosis. No quiero más. Punto. Porque como creadora siempre he imaginado algo más. En las mañanas cuando dedico unos minutos a leer las noticias de mi país y el mundo, me pregunto ¿no habrá nada más? ¿Esto es lo que hay? Pues a mí no me basta. Antes me sobra y me harta. Y pensaría yo que si no les dieran tanta publicidad, si no mostraran tanto las barbaries que hacen, creo que dejarían de considerarlo el negocio que es. No hablo de detenerlos, juzgarlos, y condenarlos. Eso sí. Con toda. A los criminales de cualquier clase, no se merecen realmente nada. Nada es nada. El vacío. Por las razones que sean. Sin compasión. Un violador de cualquier tipo, no se merece un solo día de comida del alimento de los mismos campesinos que vieron cómo sus hijos les fueron arrebatados por un demente. No.
Cuando nuestra identidad es la violencia no podemos ver la paz. Es imposible. Hemos hecho grandes esfuerzos. De miles de comisiones, de la verdad la principal. Pero ¿para qué la verdad si aún conservamos en nuestro corazón colectivo el odio? ¿Para qué? Si aún conservamos el desasosiego de la violencia inyectado en nuestra sangre gota a gota, día a día, por cientos de días. Para mí parece la eternidad. Ha sido una eternidad. Y aquí es entonces cuando viene la otra parte. Cuando nuestra identidad es la paz.
Cuando nuestra identidad es la paz, caminamos en un sentido opuesto a todo lo que conocemos. Es un sendero diferente. Es un camino que no conocemos ninguno de nosotros. Individualmente sí, pero no como colectivo. Y para que sea nuestra identidad debe ser de todos. De cada uno. Y es un camino transparente y maravilloso. Es un camino en donde puedes respirar. Uno en donde hay equidad y la hay porque hay educación y la hay porque hay empleo y lo hay porque hay salud y la hay porque hay paz. Y la paz trae eso. Y mucho más. Trae el deseo de avanzar, de ir más lejos, de encontrar algo más, de investigar, de comprender, de inspirarte en un amanecer rosado que te toca las fibras y que quisieras que todos tuvieran el privilegio de ver.
Cuando nuestra identidad es la paz, tu espíritu descansa en la plenitud de ser, de estar, de permanecer. Somos más que lo que hemos sido. Somos cada día uno nuevo y yo quisiera que todos fuéramos a partir de hoy la paz que reclamamos. Solo así, nuestras sumatorias de paz se convertiría en la identidad que reclamamos y exigimos a gritos. Cuando la paz sea nuestra identidad como país, nos entenderemos diferente. Nos veremos diferente. Porque la paz trae visión. Otra visión. Una en donde somos iguales. Y entonces el resto desaparece. Porque en nuestro corazón solo hay espacio para uno de los dos, y yo prefiero el amor. Y cabe también una de las dos y yo prefiero la paz.
Cuando nuestra identidad es la paz, no hay excusas para no ser tu mejor versión. Si lo crees, la creas...
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