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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

Damos por sentado




Damos por sentado el poder de las palabras, de la prudencia, del silencio. Una palabra puede herir más que mil acciones. Y entonces luego debemos apelar al perdón, al que damos y al que nos dan. O al que nunca damos y al que nunca nos dan. Porque el pasado hay veces pesa y entonces parece no marcharse y el miedo nos sepulta y el presente se nos roba los días. 


Damos por sentado que tenemos buenos hijos, buenos padres, buenos amigos y quedan las pisadas que nos hacen o hacemos. No todo es malo, no todos somos malos y olvidamos que no tenemos padres adictos ni hijos adictos como algunas otras familias tienen que padecer. Porque una cosa es una discusión con un ser funcional, a otra con uno que no puede ni siquiera tener una sana discusión. Mil veces me han dicho que soy un exceso y lo reconozco, pero también tengo la capacidad de reconocer el exceso de los otros porque todos lo somos. Somos imperfectos y mientras nuestras acciones no atenten contra los otros, ni llegues borracho a casa diario o en mitad de semana, o drogado hasta que no puedas ni ser ni existir, o maltrates con tus palabras o físicamente a los otros de tal forma que su espíritu crezca siempre con tanto temor que no sea, entonces podemos llamarnos humanos, mortales y ¨normales¨.


He prometido escribir corto como un ejercicio personal para mi propia vida. Así tal vez no acumule tanto por decir, tantas historias por contar. Así muchas veces prefiera el silencio como ahora, la cueva, la selva, el bosque, la quebrada, el mar, mi manada. Con la que me siento tan a gusto porque no juzga ni censura, así como yo a ellos, aunque hay veces mi energía se me salga por los poros y ellos entonces también comiencen a ladrar y yo quiera aullar.


Nos estamos perdiendo. Pero hay veces debemos perdernos para encontrarnos. E inclusive para no encontrarnos. ¿Quién dijo que quería ser encontrada? En una cultura en la que ya no tengo confianza, mis convicciones son reales y honestas y fueron violentadas. Así es que ya no espero mucho. Ni perderme ni encontrarme. Quienes me conocen saben quién soy y de qué soy capaz. Nunca he necesitado salirme de mi realidad porque siempre he vivido en otra. En una en donde mi sensibilidad me ha llevado y la cual he tenido el coraje de ventilar a los mil vientos. Mi sensibilidad es una enfermedad para el mundo occidental y así lo acepto y hago lo que mi mago me dice. En otros mundo que existen, no. 


Damos por sentado el egoísmo de las sociedades en las que vivimos hoy en día. Primero soy yo y segundo y tercero y cuarto y después están los otros. Ha sido doloroso saber lo solos que vivimos ahora y tal vez por eso me acompaño de una manada peluda y de cuatro patas. Ha sido doloroso saber que aunque creamos amar, el cuidado que tenemos con quienes decimos amar no nos permita ni siquiera cuidar de los otros cuando más lo necesitan. Un plato de sopa puede hacerte caminar al borde del abismo, o las exigencias que otros hacen de ti, cuando ni siquiera tú mismo puedes dar más. 


Damos por sentado que no pertenecemos a familias ni asesinas ni ilegales. Se nos olvidan tantas cosas que cada vez exigimos más y más y somos inconscientes de esas otras realidades que existen y están por ahí verdaderamente poniendo a las familias a hacer sacrificios. Somos solo familias disfuncionales como el sistema mismo, como este planeta que no nos aguanta y tal vez se sacuda y mande todo para la mierda. Como hay veces muchos humanos queremos y por respeto no lo hacemos. Porque confiamos que el amor es más fuerte. 


Damos por sentado que tenemos la fortuna de estar rodeados por gente buena. Y les hacemos daño. Hasta que un día no podremos más. Aunque el amor todo lo puede.

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