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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

En la agudeza del frío

Ahí. En ese punto misterioso de nuestro cerebro en dónde habita el equilibrio. Yo creo que mi motorcito encuentra su punto perfecto en el frío. Amo la selva y esa humedad que solo ella puede tener. Amo el azul de esos cielos despejados que vivimos muchas veces en esas ciudad de la eterna primavera que ya no es tal. Amo la tibieza del agua de nuestro trópico. !Pero qué afortunados! Qué decir cuando el clima no se siente...uno solo puede vivir placenteramente...pero tal vez eso también se convierte en algo así como una desgracia. En casi un horror! En un dolor permanente en el corazón. En el alma...

En la agudeza del frío veo con más claridad, pienso con más claridad, me escucho más profundamente, los latidos de mi corazón son una música permanente que me recuerda lo efímeros que somos y lo sutil de cada una de nuestras acciones, me recuerda definitivamente que el regalo que tenemos en nuestras vidas permanentemente es nuestro propio silencio, nuestro recato, nuestra prudencia, nuestra comprensión, nuestro respeto primero por nosotros y obvio por los otros. Sin dudarlo.

En la agudeza del frío habita la cordura más que la locura. Habita la serenidad de la observación y el placer de la verdad. No hay otro lugar mejor para planificar que en la paz del frío y de la claridad de una mañana en donde puedes ver a lo lejos que todos estamos guardados observando eso que sí que nos define: el clima de nuestro mundo. Privilegiados quienes no tenemos que hacerlo también. Pero todo cambia. Nada será igual. Ya lo decidieron hace mucho por nosotros y veremos las consecuencias de ello a cada instante como un gigante galopando sobre nosotros. No hay vuelta atrás. Aprenderemos otras cosas. Yo ya aprendí muchas y amo poder caminar bajo la lluvia y tener que usar mil cosas encima de mi piel para salir a recorrer mi bolita azul.

En la agudeza del frío me veo, me reconozco, me encuentro, me hallo, me expando, me transformo, me colonizo, me abrumo, me sostengo y me mantengo. En la agudeza del frío puedo equilibrar más mis emociones sin que me desborde la realidad que veo. Sin que sienta que el corazón se me va a salir cuando tengo que comprender lo incomprensible, lo que me duele y me arrebata el alma. Eso que nos entra como en reversa y que se le sale a uno por los poros. Eso que mata y lo desangra a uno como si lo quisiera despellejar a uno vivo. Eso...

Detesto la monotonía. No le hallo sentido. Hasta que respiro el aire fresco y puro de una mañana cuando cae la nieve blanca del cielo y solo me resta danzar con el viento y girar en una montaña aislada del mundo y de todo. Fui al fin del mundo y casi me quedo. Mejor dicho, la verdad no he regresado y tal vez me quede más de lo pensado. Jamás había sentido tanta plenitud. Deben ser los años me digo yo. Pero no. Simplemente soy yo. He llegado. Así no más. Me ha costado como un hijueputa, eso sí. Pero llegué. Por fin. Pensé que no lo iba a lograr. Hace unos cuatro años casi que no paso la prueba. Pero lo hice. Y ahora gracias a los descubrimientos de esa ciencia que amo, pues puedo sentarme aquí en la cima de esta montaña que es mi vida a contemplar dulcemente todo, tu vida, nuestras vidas...y casi a cero es tibio.

En la agudeza del frío puedo sentir el placer de la temperatura de mi corazón. He amado. Con todo. Creo que también he odiado. Pa´qué. Soy imperfecta, y mucho. Pero procuro mejorar cada día y soltar y hacer mil y una terapia para soltar a tanto ¨parido¨ que hay por ahí. Es que mejor dicho, yo no sé de dónde salen ciertos personajes que lo cogen a uno por sorpresa y le demuestran que el cielo y el infierno si están aquí y bien juntos...los separa un instante, una lineicita delgadita que ni podemos ver... Respiro profundo. Los entierro aquí al lado de esta nieve helada para no verlos mas, para no acordarme nunca más de que el mundo es tan diverso, tanto.

En la agudeza del frío vivo los placeres que a otros realmente atormentan. Porque soy afortunada de poder sentir las emociones con tal fuerza que entiendo a grandes que nos precedieron o aún nos habitan. Emerson y Byung-Chul Han, cómo agradezco que hayan pasado y aún vivan en estos lugares en donde los comprendo tanto y puedo realmente hablarles en secreto de la vida contemplativa...de ese placer que nos centra con el universo y llena nuestro espíritu de la energía eterna que somos.

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