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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

Es indescriptible

Avanzamos y retrocedemos a la vez. No paramos. Miramos atrás y adelante. Todos intentamos con todas nuestras fuerzas seguir y encontrar una razón para continuar, para no desistir, para no desfallecer ante el desasosiego, ante la incertidumbre, ante esa vaga idea de que todos podemos morir. Y si, todos podemos morir, y todos vamos a morir. Pero nunca sabremos el tiempo. El tiempo es un misterio. Es nuestra mayor duda. Nuestra verdadera y única esperanza para vivir con todas nuestras fuerzas. Y también con todas nuestras ganas.


Es indescriptible pensarte tio. Sé que me lees. Y sé que ahora no puedes. Pero confío en que tu día de partir aún no esté cerca para que veas muchas cosas más de las que más te gustan. Para que me leas muchas veces más y me digas alguna cosa. Alguna. Porque tu intelecto es compartido por muchos de nosotros y tu goce por la vida también. Estás dando la pelea. Batallas contra algo que no conocemos tan bien. Pero tu cuerpo es sabio y sabrá hacer lo preciso. Déjalo hacer lo que tenga que hacer para que salgas victorioso de esta experiencia que vives hoy.


Avanzamos en comprender lo incomprensible. Qué hicimos mal fue mi pregunta pasada. Pero aunque no hicimos el mal como individuos si pudimos haber hecho el mal como comunidad, como colectivo. Como especie. Tantos errores que hoy nos cuestan la vida. La de tantos seres hermosos e inocentes que viajaban lentamente por este trasegar de la experiencia humana. Tantos abuelos y padres y madres que modificaron la existencia de sus seres amados. Porque vinimos aquí fue a vivir y a aprender. Y este aprendizaje está bastante difícil de comprender para todos. Rezamos, oramos, nos pegamos de todos los santos y desde todas las religiones para el mismo fin. Porque al final somos solo uno.


Aún no hay respuestas. Y tal vez nos demoremos muchos meses más en lograr comprender la dimensión de esto que nos invadió. Y sin darnos cuenta se esparció por el mundo y lo tomó. Y nos hizo más temerosos. Y nos hizo revisar todo lo que hacíamos bien y mal. Y nos hizo añorar una cena en casa de los padres. Y nos hizo añorar a los padres. Y nos hizo añorar un abrazo de esos apretados de los amigos más entrañables. De los que uno queda sin aliento pero con el corazón lleno del amor más puro y delicado. Nos hizo añorar unas cervezas al lado de chimenea, y una tarde de jugarreta en familia. Y nos hizo añorar salir por ahí tomados de la mano a un pueblo cualquiera, para sentarnos en un parquesito apartado y desconocido a sentir la tibieza del aire y la belleza de la vida en el campo.


Hay días que olvido todo. Y me siento en otro planeta. No éste. Y puedo sentir una sensación cálida y maravillosa en mi espíritu. Hay otros en que recuerdo cada cosa. De cada quien. Y entonces te recuerdo Rosita y te recuerdo Gabriel. Y no dejo de pensar entonces en mis antepasados a quienes busco hoy con afán y placer. Como si se tratara de estrellas luminosas y fugaces. Y mientras armo mi propio rompecabezas, descubro que todos vivimos con las mismas esperanzas. De encontrar el amor. De verlo y reconocerlo para luego crecer y viajar por esta vida en las circunstancias que nos hallan tocado. Porque en otros tiempos también hubo dolor. Guerra. Abandono. Espera...


También hubo desasosiego e incertidumbre. También hubo un poco de todo lo mismo. Es como si se repitiera. Porque así es la evolución de las especies. Crecer duele. Crecer es difícil porque implica soltar. Dejar ir lo viejo para recibir lo nuevo. Entregar para recibir. Pero no es simple. Ni fácil. Es complejo y en esa complejidad también habita el amor. Y así todo evoluciona. Todo crece y se expande. El asunto es que sentirlo sin dolor es casi imposible. Tal vez los más iluminados lo hacen. Y si acaso. Porque a los que somos de esta especie, mundanos y mortales, cada una de las cosas humanas nos duelen en el alma. Me duele mi hijo, me duele mi bosque, me duele, mi tierra fría y más aún hoy la tierra salada.


Es indescriptible la sensación que sentimos hoy muchos. Va más allá de todo. Intentamos olvidar y hasta el olvido se ha olvidado sanarnos.

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