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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

Escribo por placer

Nada más. Y de repente una historia me llega, me toca, me desnuda, me abriga, me aquieta. Así sin más. Inexplicablemente. Misteriosamente. La quietud me regala estos momentos de paz. De gozo, de disfrute. Y no me resta sino agradecer. Agradecer con todo, por todo, por todos. Inclusive a ésos, a ésos también les agradezco, a ella, a ella también le agradezco. Aprendemos al final de todos y todos de nosotros.

Escribo por placer y así en un segundo cualquiera nuevamente Ludovico es mi compañero de tardecita para disfrutarme y disfrutar el placer de mi mente en mi teclado. En el presente. Aquí, ahora. Now. Ese que nos dicen que es el único. Pues sí que lo es. Lo vivo cada vez más. En la vida que he escogido. En la que veo que viene. En esta tarde gris y lluviosa de este bosque al que he acompañado y que me ha acompañado durante tantos años. La justa mitad.

Agradecer. Así lo hago. Muchas veces en silencio. Otras abriendo mi corazón y dejando que toda mi fuerza llegue hasta donde seres que me han dado tanto. Y a quienes yo también he dado todo. Agradecerles porque sus historias han completado también la mía, le han dado sentido a muchos instantes de mi existencia y eso es un regalo. Solemos no percibirlo en el momento. solemos olvidarlo en el instante. Pero cuando pasa el tiempo y somos capaces de ver todo a la distancia podemos comprender el impacto de los otros en nuestras vidas. Es inmenso. Colosal.

Escribo por placer y lo hago sin parar. Unas veces comparto. Otras me callo. La intimidad de escribir es también un regalo para mí. No por egoísmo. Sino por disfrute. No todo se puede compartir. Hay que dejar algo para uno mismo. La mejor parte del pastel. Me costaba hacerlo, pero lo aprendí. Aprendí que voy primero y que mientras yo me sea fiel, leal, agradecida y amorosa conmigo, podré serlo con los otros.

Nada más. Eso le queda a uno de su historia por la vida. La historia que uno escribe con uno. En esos momentos en donde uno es quien es y más na... Es en esos momentos en que uno puede develarse y ser quien es sin tapujos, de ningún tipo. Porque todos somos una energía hermosa y poderosa que tiene sus propias necesidades. Vitales y banales. Cuál de las dos más importante. Ambas, las dos, together. Esas son. Y hay que respetarlas, para poder ser. Para poder estar. No puedo darte lo que no soy ni tengo. Solo te doy lo que tengo y soy. Más ná. Y si te doy más pues me quedo sin lo propio y entonces el alma se me va yendo de mis propias manos y se me resbala tristemente.

Agradecer y estar es una verdadera delicia del ser. Es una liviandad incomparable con cualquier otra sensación. Una en la que te elevas completamente de ti y de todo. De todos. De tu espacio atemporal y vas más allá de los confines que ni sabes donde empiezan ni dónde terminan. Es el absoluto. El cero y el uno. Todo. La perfección que nos podemos regalar en muchos momentos de nuestra vida sin reclamar, ni exigir, sin comparar, ni juzgar, sin criticar ni señalar. Soltar. Todo. Todos. Soltarlo todo para alcanzar ese rayo dorado que nos habita y que podemos ser.

Escribo por placer. Las historias vienen a mí. Yo voy a ellas. Mientras hay quienes una noche comparten con su padre hay quienes debemos vivir de los recuerdos y apelar a ellos para sonreír. Hay quienes disfrutan de sus madres, mientras otros ya no tienen ese privilegio o se están despidiendo para siempre. La eternidad es aquí, ahora. Hoy. Contigo seria todo más delicioso, pero igual sin ti, puedo ver también la dulzura en el mundo que he construido. Así lo amo. Así me amo. Así te amo.

Agradecer. Quién no puede hacerlo tal vez no conozca el placer de lograrlo. Lo bueno y lo malo. Lo positivo y negativo. La tristeza y la felicidad. La dulzura y la amargura. Tenemos la capacidad de poder hacerlo y de convertir cada segundo de nuestra existencia en un regalo. Para nosotros. Para nuestros padres, para nuestros hijos, para toda nuestra familia y para esa familia que escogemos como amigos. Agradecerlo todo, simplemente es la mayor bendición que podemos tener. Escribo por placer y agradezco de dónde vengan estas palabras porque mientras las pienso y escribo mi cuerpo disfruta que pueda hacerlo. Es mi privilegio. Es mi don.

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