Hay esperanza
- Martha Elena Llano Serna
- 14 may 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 14 may 2023
Solo siendo una he comprendido. Hay esperanza. Solo siendo una he sentido el amor más grande, más amplio, más ancho, más verdadero. El amor más allá de mi vida misma. Más allá de las estrellas y más fuerte que el volcán que me hizo serlo y que la lluvia cuando lo fui. Ser madre. Parece tan simple. Pero no. No lo es. Es una inmensa responsabilidad. Sí, eso, una gran responsabilidad. De hacerlo bien esta vez. Porque hasta que lo somos, somos una suerte de desorden que ni sabemos si seremos capaces. Pero lo somos. La naturaleza es sabia. Ella sabe que cuando se rompe físicamente ese cordón umbilical que nos une misteriosamente con nuestros madres y con nuestros hijos, nace una nueva esperanza.
Una esperanza de fe en nuestra especie. En nosotros, en ellos, en el mundo. En lo que somos y seremos a partir de ahí. Porque si hay algo que defina que mi vida se partió en dos, es ese momento. Único, irrepetible. Como ese, solo ese. Ningún otro. Porque cada hijo es único así sean gemelos, mellizos, trillizos...somos únicos e irrepetibles y por eso nuestros actos deben ser iguales. Actos que nos recuerden cómo madres, cómo hijos, como abuelas que proveen a sus generaciones futuras el bienestar que se merecen. Porque al nacer somos todos iguales y ese instante y el resto, durante los primeros años de nuestras vidas son los que definen quienes seremos. Indudablemente. Así es que, los que vemos que se han salido de la norma, claramente fue porque algo sucedió. No es una responsabilidad exclusiva tampoco. Imposible. Pero sí recae sobre nosotros el futuro de nuestros hijos, el futuro de nuestros hogares, el futuro de esto que llamamos tierra.
Aunque no nos guste saberlo. Aunque queramos olvidarlo, aunque muchas ahoguen sus propias penas y dolores en tantas cosas... Esa es la verdad. Mantenernos en nuestro centro para poder conservar nuestra especie es nuestra mayor responsabilidad. Y, y vamos perdiendo la batalla. En una cultura patriarcal nos han quitado los derechos y nuestra lucha por ellos nos ha costado la vida. Quemadas vivas, torturadas y violadas no solo físicamente, hemos aprendido a sacar las uñas y defendernos aún agonizando. Aún muriendo... Y hemos muerto, más de una vez, porque hemos dado nuestras vidas una y otra vez y somos mujeres gatubelas que nos desgarramos por dentro antes de que se nos caiga la piel, porque la mudamos más veces que cualquier otro animal. Y eso nos ha ayudado a permanecer...escondidas detrás de nuestra propia piel. En ella estamos a salvo. En silencio. Siempre.
Nuestra fragilidad física comparada con la de nuestro opuesto pareciera mayor, hasta que damos a luz. Quisiera ver dar a luz a un hombre, sé que su umbral del dolor no podría con tanto. No quisiera comparar, pero evidentemente lo hacemos todo el tiempo. La competencia desatada entre géneros es absurda. La disfuncionalidad entre las mismas es peor aún. Y aún así nos necesitamos y nos buscamos, y nos complementamos y es vital comprenderlo. No hay madre sin un padre primero. En ninguna especie. Nos hemos inventado otras formas de lograrlo. Pero ese milagro de la vida solo es posible por dos. Llegue como llegue. Y si de paso cumpliéramos ambas partes nuestras partes, seríamos una especie en más armonía. Pero no es así. Estamos siendo otros. Y estamos engendrando la gente del futuro en medio de tanto caos y desamor... Aunque para mí, hay esperanza.
He sido una madre, he sido una hija, imperfectas ambas. Todo aprendido o por observación. Pero lo he sido. He dado lo que tengo, he sido lo que aprendí, bueno o malo, feliz o infeliz, alegre o triste, esto es lo que hay. No soy una madre perfecta, pero creo que he sobre todo sido respetuosa. He acompañado a mi hijo un larguísimo camino para que sea un buen ser humano. Inclusive talentoso, eso se aprende y se inculca. Mi hijo ha crecido en el mar y en el campo, ha visto ballenas y piedras, ha olido una mañana aquí y allá. Y ha tenido un excelente padre. Esa es también la misión de las madres. ¿Con quién le darás un hijo al mundo? Porque no es solo tu hijo, o tu hija, son los hijos del planeta que serán los hijos del futuro. Y uno sí tiene que tener clara esa película para ser coherente con uno y con el mundo.
Las madres somos esa esfera luminosa que somos cuando estamos en embarazo. Somos la luz del mundo y hoy mi escrito es para mí y para ellas en agradecimiento con todas. Para que lo seamos siempre. Para que sepamos serlo aún en medio del dolor y la tristeza. Para que llevemos siempre bienestar al corazón de nuestros amados hijos. Ellos existen por la grandeza de nuestro amor y de nuestro espíritu. Saber centrar siempre a nuestro hijos es una posibilidad eterna. De ponerlos siempre en el punto correcto. Porque el cordón solo se rompió físicamente. El otro permanece...eternamente.
Bellas tus palabras. No entiendo como hay hijos que no reconocen la grandeza de du madre, madre que siempre cuido, protegió,amo por sus