Y los latidos del mío en este instante en que ésta Patagonia se despide dándonos todo de sí, me deja abrumada ante su poder. Desde las cinco de esta madrugada, el cielo estrellado mientras nevaba, me regaló uno de esos momentos mágicos que solo puede uno sentir cuando está preparado para ver. Y vi. Hay vida en todo. Todo está conectado entre sí y llegamos a los lugares en donde la energía nos atrae por poderosas razones. Todo tiene espíritu y los espíritus nos conectamos en otros niveles que no se ven con los ojos. Solo es posible verlos con los ojos de ese, que está que se me sale. Porque cuando uno ve con los ojos del corazón, todo es posible, los milagros iluminan nuestro mundo y el universo conspira para que se abran portales que nos permiten comprender nuestra existencia en un instante, en un cronón, en esa medida diminuta en la que podemos sentir que venimos del cosmos y que a él iremos...sin falta.
La gratitud es la memoria del corazón y mi corazón va repleto de amor. Porque a ese lo vi por todas partes. La plenitud de poder recorrer un territorio tan especial le deja a uno el recuerdo de cada paisaje grabado bien adentro, anclado, tatuado, escrito con una tinta invisible que llevaré como ser hasta la eternidad. Hubo momentos de mis caminadas, las cuales gratamente casi todas fueron en compañía de esa bólido negro, en que sentía que estaba recogiendo memoria, mía y de otros, memoria de las piedras, de la tierra, del lago, del hielo, de las aves, de ese zorro, de los ibis, de los cóndores, de las ballenas, de esos pingüinos y de los leones marinos. Pero sobre todo recogí memoria de los árboles. No sé ni como explicarlo. Solo quienes lo vivimos podríamos entenderlo. Pero trataré. Hay un Pepe en casa y aquí hay otro. Y en el glaciar Martial vi otro, y en el centro de Ushuaia y en el de aquel parque que no puedo recordar su nombre pero que sí cierro mis ojos, si puedo recordar al árbol. Los árboles se comunican y cuando uno sabe eso y tiene la certeza y puede verlos en las mañanas elevarse de sus raíces para que sus espíritus te vean con los ojos de sus corazones y se conecten con tu corazón, entonces uno sabe que somos uno. Que venimos así sueltos y dispersos para que nuestros átomos y células se busquen con locura hasta que encuentras a tu partner, a tus amigos, a tus piedras, a tus montañas, a tus lagos, a los glaciares que también eres y a la nieve y al blanco y también al verde y al agua y al Sol y a la Luna. Somos todo.
Somos corazón, somos gratitud, somos memoria, somos herencia no solo de nuestros ancestros humanos, sino de nuestros ancestros hermanos que no caminan erguidos como nosotros porque ellos deciden meter sus hocicos en todas partes como queriendo reconocer sus rastros para no olvidar nada. Somos herencia de todas esas memorias. Sé que fui volcán, y piedra, fui río y mar, eso no se olvida, fui búho y unos cuantos más que no recuerdo ya, pero somos la memoria colectiva de nuestros recuerdos y de los recuerdos de quienes nos soñaron. Somos más que lo que vemos. Todo lo que nos rodea también. Lo sabemos y procuramos olvidarlo. Hasta que el llamado es tan inminente que se precisa dejarlo todo, decirle a Pepe que solo serán unos meses de ausencia pero que traeré en mi piel el recuerdo de esos que nos llaman. Así cuando todo se alinea, uno puede partir para también regresar. Partir es particular, y regresar me hace sentir como cuando enrollo alguna pita, le di rienda suelta a mi vida y ahora empiezo a recobrarme trayendo conmigo hilos invisibles que llevaré a ese mi lugar. Un Robledal al que le llevo pagamentos de estas tierras porque ese es mi compromiso. Salir pero regresar. Allí hay millones de seres con quien ya tengo una amistad de largo rato, de otras vidas. Una que es eterna.
La gratitud es la memoria del corazón y enrollarme otra vez me está costando más de la cuenta. Me siento bien a gusto en la tranquilidad y exuberancia del frío patagónico. Esto es algo más. Esta es una tierra de valientes. Se necesita mucho coraje para permanecer en tierras tan heladas. Hasta que uno descubre el fuego en su interior. Existimos por estos glaciares y también por el fuego en el interior de esta Tierra y de todos los seres. Permanecemos por la fortaleza de los espíritus cuando se conectan con algo más que no sabemos describir. El placer de sentir la unión con un punto o varios puntos de nuestro mundo es sentir la magia de la energía que nos creó. A todos. Esta Patagonia es también un exceso, me agarró fuerte y sé que no me soltará. Regresaré. Porque aquí también está mi centro.
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