top of page
Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

La voz del glaciar


Es profunda. Milenaria. Te cala bien adentro como el frío que es. Como los años sumados de quienes lo hemos visto y que no le llegamos a los tobillos en edad. Es sereno. Cambia. Es su propio tiempo que no es precisamente el nuestro. Es dulce y frío. Es la dulzura de este planeta que es más salado que dulce. Es tibio porque me quema y muchas veces se quema.


La voz del glaciar es silenciosa. No la podemos escuchar desde allá lejos. Acá cerca retumba como el eco de esos gritos que salen desde el fondo de nuestras almas. Es sutil pero gigante. En ningún otro lugar me he sentido tan diminuta. Tan frágil. Tan ligeramente efímera. Porque eso somos para estos gigantes blancos que nos llevan millones de años.


La voz del glaciar me permitió ver cómo se caía al lago gotitas de agua que se formaron hace 500 años. Cayeron hace tanto y yo tuve el privilegio de verlas cuando nuevamente en un acto sublime se vinieron desde lo alto de ese glaciar a caer a un lago que las abrazaba como dándoles la bienvenida. Fue un gran estruendo. Luego el silencio. Le queda a uno el eco en el pecho. Aún me retumba...


La voz del glaciar es una. Me habló de tiempos antiguos. Pude ver a aquella mujer anciana tomando algunos hielos con sus manos para llevarlos al fuego y así preparar sus medicinas, su alimento. Pude vernos en unos años en algunas partes del mundo donde llegará el frío con toda su fuerza a tomar su sitio nuevamente, a tomar lo que finalmente le pertenece. La quietud.


La voz del glaciar aunque pareciera muda o casi autista, nos recorre por nuestras venas y su frío es arrebatador, doloroso, casi parece de otra vida. Aquí es donde no solo el planeta respira sino que se sana. Nos sana. Aquí mismo en el centro de estos glaciares, esta bolita azul compensa lo que hacemos en otras partes. Tantas hectáreas de bosques y de selvas destruídos, ella lo siente en su vientre y nos lo deja saber cuando nos susurra en voz baja...


La voz del glaciar es también tibia. Gracias a ella pude comprender en un solo instante mi vida, tu vida. Vidas desbordadas de ocupaciones que no se permiten detenerse a admirar y suspirar por los instantes que tenemos el privilegio de pasar sobre esta superficie terrestre. Nos arrojamos muchas veces en los brazos equivocados y nos aferramos a ellos como si fueran la única posibilidad para nosotros de sobrevivir. Y no es verdad. Sobrevivimos con el abrazo de un glaciar, con el susurro de una ballena, con el cantar de un ave, con la caída de las hojas en otoño, con un cielo azul. Con un mar furioso que nos desgarra. Sobrevivimos cuando un amigo nos toma de la mano y nos dice, te amo. Cuando sabemos que en alguna parte de este camino hemos dejado huella y tenemos otros espíritus que también pueden escuchar la voz del glaciar cuando tú cierras los ojos y lo ves. Somos uno. Milenarios. Con el volcán y el mar, con el águila y un glaciar, con un indígena y con todos aquellos que pasaron antes que nosotros por nuestras tierras. Somos parte de la historia de los lugares y nuestra energía queda en ellos, y ellos con su voz quedan en el centro de nuestro corazón.

37 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Reír

Comments


bottom of page