Pero no lo es. Es tan solo la continuidad. Y mientras deslizo los dedos sobre el teclado, descubro cuánto extraño este oficio hermoso de querer decirlo todo con letras. Con palabras. Con oraciones que aunque parecieran salidas de otra parte en realidad tan solo salen de mi corazón. Así como mis lágrimas. Porque nada que te robe más lágrimas que aquello que extrañas. Y extrañas lo que amas. Y por eso sé que ahora mismo en el cielo o en alguna parte de esa energía que somos y en la que nos convertimos celebran.
Pareciera como volver a empezar y así se siente por momentos y otros no tanto. Porque todo se recupera lentamente desde el vacío en el que algunos tenemos el privilegio de conocer. Porque solo estando allí podemos entonces en los momentos de profunda emoción reconocer que allí cerca viene lo que sentimos bien adentro y que nos permite comunicar quiénes somos. Porque somos fragmentos de vida que ha adquirido experiencias hermosas y también dolorosas. No somos nuestros trabajos ni oficios, ni nuestros hijos, ni familia. Somos esa chispa divina que permanecerá aún después de que no estemos y nos recordarán y recordaremos todo aquello que hemos amado. Y extrañaremos entonces eso y nos extrañaran también.
Pareciera como volver a empezar y muchas veces para muchos lo será. Para otros es como ver allí un hilo invisible del que pende tu pasado y debes ir por él. Y es maravilloso poder ver ese hilo unas veces dorado y otras plateado del que sabes que debes conectarte para otra vez reconectarte con tu vida. Con esta. Con la que reconozco como mía. Con este bosque que siento que me llama a gritos y me dice aquí estoy. Con estos peludos de cuatro patas que son más que mis amigos. Son también mi familia.
Pareciera. Siempre todo pareciera y casi nunca lo es. Nos dejamos engañar por múltiples razones. Y es preciso llegar hasta el fondo de todo para comprenderlo desde ahí. Para saber quienes somos y quiénes seremos. Para saber reconocer esa fuerza que llevamos por dentro y la cual heredamos sin duda de nuestros ancestros. Y por lo tanto no hay nada que temer. Todo está bien. Siempre. Y podemos decidir cómo vivir los días de crisis y también esos de suma felicidad en donde escogemos con quien compartir nuestras alegrías.
Pareciera como volver a empezar…pero no es verdad. Nunca he parado…
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