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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna

¿Qué fue lo que no vimos?

¿Qué fue lo que nos saltamos de toda esta historia y ahora quienes no tenemos nada que ver quedamos sumergidos en una guerra que no es nuestra? Es una guerra triste y dolorosa del pasado. Todas las guerra lo son. Siempre lo han sido. Y somos las mujeres quienes más sufrimos porque somos quienes ponemos a esos soldados que van a la guerra, que mueren, que nos dejan un vacío tan grande que jamás volvemos a ser las mismas. Los mismos. Porque los padres también sufren, también son humanos, les gusta la guerra y la pelea, pero son hechos de lo mismo que nosotras. Somos humanos. Éramos.


Hemos cometido tantos errores. Tantos...maldita sea. Que hasta que no sentimos los pasos de un gigante en la oscuridad, es que no comprendemos históricamente ese sentimiento que tienen que haber sentido las mujeres del pasado, esas de las cavernas, y luego de ahí para acá, todas. Dar a luz, lo dice...dar a luz es justamente eso. Un evento sagrado y misterioso, de iluminar el mundo con nuevas semillas que volaran lejos con el viento, que llegarán al cielo flotando en las estrellas y que seguro regresarán a la tierra como nosotros, pero siempre en un acto del destino amoroso. No de guerras inventadas. Porque son un invento doloroso de nuestra especie. Y aunque muchos otros animales son también guerreros, lo hacen por sobrevivencia y territorio. Por ese instinto animal que les exige proteger a su hembra, a sus cachorros, y también muchas veces desprotegerlos para que ellos sean grandes, aprendan, comprendan y vuelen lejos.


¿Qué fue lo que no vimos venir? No recuerdo haber vivido en una ciudad pacífica. Tengo 52 años y vi morir gente conocida, en una guerra que no era nuestra. Vi cómo destruían nuestra ciudad y nuestro gobierno tenía que volver a armarla y la gente también. Este es un país violento, corrupto, primario, que no ha podido salir de sus cenizas porque aunque el país es hermoso y lleno de posibilidades, son los seres humanos que están adentro de él los violentos y corruptos. Son agresivos y no ven la línea del horizonte en donde habita el amor y la paz. Ya lo entendí. Es que ellos simplemente no pueden ver esa línea, esa franja pacífica en donde muchos vivimos. Es una zona de energía que se expande primero desde el corazón y toca a nuestros seres amados y luego llega hasta el infinito y más allá. Pero sí, ya entendí, ellos no la conocen, están aún en una franja desconocida en donde el odio los lleva a cometer cualquier cosa. Cualquiera.


Desde hace tiempo viven muchos con temor. Hay demasiados seres rebuscándose la vida y de paso ocasionando dolores profundo e irreparables a otros. Es abrumador. Para nuestros gobernantes también lo es. La ley se queda corta para tanta historia y situaciones que se presentan a diario, en los pueblos, en las ciudades, en el país y en todo el mundo. No vimos venir además los efectos que nos dejaría a todos una pandemia tan larga y dolorosa como esta. Nos dejó sin familiares, sin amigos, sin padres, sin hermanos, sin hijos, sin hijas. Pero principalmente nos dejó sin seguridad. De todo tipo. Esto es por igual y nuevamente quienes viven en esa franja del odio, aprovechan para querer lograr sus objetivos. Y esa no es la excusa. Porque no hay excusa. La excusa sería que se pasaran al lado del amor y convirtiéramos este país, en ese que puede ser. Estas montañas no las hay en ninguna parte, ni tres cordilleras metidas por nuestra mitad, ni dos océanos, ni tantos grupos étnicos, ni tanta biodiversidad, ni tanta mariposa amarilla de Macondo que todos vimos pasar.


Somos grandes. Somos lo que queramos ser. Nuestra mente nos da el poder de crear y también de destruir. Creemos y creamos. Nuestra mente nos da el poder de ser quienes queramos y de definirnos en un mundo agotado ya y cargado con más seres humanos de los que realmente puede. Somos inmensos y podemos dibujar un nuevo mundo, crearlo y creerlo. Podemos montarnos en un barquito de papel y salir en él comandado por el Principito o por Maqroll el Gaviero, podemos ir hasta donde queramos, no es fácil, ya lo sé. Lo he vivido y la sobrevivencia también nos llama. Me llama. Y ha sido duro. Porque hemos vivido en este capitalismo que ordena todas las cosas de un modo diferente a como verdaderamente lo siente el humano por allá en las raíces de su corazón. No es fácil. Pero no imposible. Hemos resurgido de nuestras cenizas una y otra vez, y aunque nuestro corazón adolorido y cansado alguna vez detendrá sus latidos, si estás en paz, lo hará en paz. Si has vivido con amor en tu corazón, se detendrá el día y la hora que esté designado. No antes ni después. Si has sido honesta, honesto, lo hará así contigo el universo, honestamente. Y no partirás antes, porque las leyes del Universo si funcionan distinto. Muy distinto.


¿Qué fue lo que no vimos venir? ¿Qué fue lo que este capitalismo ha creado para nosotros? ¿Que se ha inventado el mundo para enriquecer a unos y dejar a otros sin ni siquiera la oportunidad de educarse y de comprender el mundo que los rodeaba. Para esos, este mundo que conozco y conocemos, no existe. No lo han visto siquiera. Pienso en los niños esclavizados en China y mi corazón se arruga de dolor. Y pasan horas y horas sentados y les pagan unos centavos que solo les alcanza para comer. Y pienso en aquellos quienes sus padres esclavizan y someten a dolores eternos y yo aquí ni puedo respirar. Y pienso en quienes son arrebatados de sus padres y nunca regresan porque su identidad se pierde sin dejar rastro en el Cosmos en que vivimos. Este es muy grande. Es enorme. Y pienso en quienes han sido desplazados de sus tierras sin oportunidad siquiera de despedirse, de abrazar ese pedacito de terruño que construyeron con tanto amor y entonces me desvanezco. El crecimiento de cualquier cosa, palmas, coca, cannabis, ciudades, lo que sea no justifica nada, nada, de lo que millones de seres en nuestro planeta han sentido, ni perdido. Es imposible sentirlo, casi irracional, es arrebatarle a las personas esas raíces que tiene la gente desde el corazón con los árboles, con el agua, con el viento, con la tibieza del aire que la rodea, con las hormigas arrieras que contempla intentando analizar cómo es que sí funcionan las especies inteligentes.


Aunque partir no es una opción, si lo es desde el mundo virtual y digital que amo desde hace tantos años. Sería una locura no hacerlo cuando inocentemente quienes estamos del lado del amor, compartimos nuestra vida, nuestro Sentir, nuestro corazón, a través de los medios que nos hemos inventado para hacerlo. Nuestros escritos viajan por el cosmos y serán visto siempre en algún lugar y en algún tiempo. Nuestra historias y fotos ya deben estar en el ciberespacio y haran parte de los recuerdos de esta especie que fue inteligente y ahora es otra cosa. Aún sin nombre. Ese Homo Sapiens que creemos ser, ya partió. En un viaje sin regreso. Tal vez pronto lo sepamos. Pero ya no creo que lo seamos más. Nunca más. Y nuestros hijos ya son hace años, de otra especie más consciente que está tratando de saber cómo seguir el mierdero que encontraron. La herencia que les dejamos. Lo poco. Y yo que veo al mio y siento en su corazón tantos sentimientos...que sé que lo lograra y llegará allá donde nosotros no fuimos capaces. Sus alas son grandes y hermosas y nosotros nos hemos encargado de llenarle su corazón de amor y de experiencias para que su vuelo sea ese que él ya sabe que quiere. No este que le estamos dejando los humanos a tantos niños en su corazón de odio y resentimiento por sus hermanos, por sus padres, madres, amigos y vecinos. No. El amor es más fuerte.


Nos acostumbramos a vivir en la guerra. Nos acostumbramos a ver a nuestro niños maltratados. Nos acostumbramos a la corrupción. Nos acostumbramos a ver que nuestras ciudades y países, sean tomados por el dolor y el abandono. Pero si cada uno de nosotros cambia el pensamiento sobre su espacio personal, y sobre todo lo que lo rodea, y de ahí para allá de su pueblo, ciudad, país y el mundo...entonces todo cambia. Cambia la energía entera de un planeta hermoso, en una galaxia maravillosa. Yo me siento de maravilla en ella. Y siempre observo ésta vía láctea y me sorprendo de lo pequeños que también somos. Menos que un grano de arena de todos lo que hay en el mundo. Menos.


Parece una despedida. Y si. Lo es. Llega un momento en el que debemos protegernos, proteger a a los que amamos y en las redes estamos expuestos a que crucen esa delicada e invisible línea entre el amor y el odio. Así es que en ese momento, que fue hace muchos momentos, llega la hora de partir. De silenciarnos. De mirar adentro...de abrazarnos y abrazar lo más preciado que tengamos y habitar el mundo así. Silenciosamente. Para entonces poder comprender ¿Qué fue lo que no vimos? ¿Que fué lo que nuestro corazón lleno de amor y compasión y generosidad, no vió? Sólo podrán leer mis escritos y ver lo que sí veo en mi sitio www.marthallano.com pero les pedirá una información el sistema. Hay que cerrar esos espacios vacíos que no eran tan vacíos y sí leídos por la franjita esa en donde nunca cruzaré. Léanme y vean mis fotos allí porque en ellas no verán lo que no había visto. Sólo verán eso que sí había visto y que está lleno de esa energía poderosa que es el amor. En ninguna otra red estaré mañana. Sólo estaré en la red del AMOR.

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