Que en tan poco tiempo seres que parecieran tenerlo todo caen por allá profundo en un lugar abismal del que salir pareciera imposible. Y no lo es. No debiera serlo. Porque ahí afuera quedan maravillosos seres que lastimamos cuando decidimos no seguir más. Y es injusto.
Hay muchas formas de no continuar. Hay mil razones. Pero hay muchas más para hacerlo. Para despertar con agradecimiento por lo que podemos ver y tocar y sentir. Por lo que inclusive no podemos ver, ni tocar, ni sentir pero tal vez imaginar. Porque todos vamos a morir. Nuestra energía trascenderá a otras formas. Tal vez. Pero no hay afán.
Y sin embargo, seres luminosos y además estereotipos para nuestros jóvenes han pasado a esas nuevas formas dejándonos un mensaje. Porque no es la fama. No es el dinero. No es la cantidad de proyectos. Ni lo que hayas podido conocer de este planeta. O probar de él en su sin número de sabores, colores, formas, o inclusive en su música. Es en relaciones. En esa realidad que debemos construir permanentemente con quienes nos rodean para hacerlo de la mejor y más saludable forma.
Qué nos pasa que no podemos escuchar el dolor de los seres que nos rodean y tratar de comprender que es necesario algo más. Que quienes hoy están escondidos en su propio miedo y en su dolor se quedaron atrapados en el pasado dejando de ver el presente y por supuesto el futuro. Que es necesario mantenernos activos para mover esa energía que somos y de paso conectarnos con los otros que también nos necesitan y necesitamos.
Ciertamente algo sucede en este mundo cambiante y ya tan virtual. Poco llamamos a los que más amamos. Hasta que los vemos. Y cuando los vemos nos quedamos cada uno en lo suyo. Y lo suyo es un dispositivo que tiene atrapados a la mayoría. Como embobados o entorpecidos ciegamente por aparatos que nos muestran un mundo más allá. Cuando el que tenemos que ver y sentir está más acá.
Y cuánto nos cuesta romper el silencio. Cuánto nos cuesta hablar y decir que no sentimos que el camino por donde vamos está bien. O decirle a alguien que creemos que su ruta, no es la correcta. Y que pronto podrá caer. O resbalar. O irse hasta ese lugar profundo del que luego salir tomará más. Mucho más.
Qué nos pasa. No debemos seguir así. No podemos. No es posible. Nuestros hijos necesitan un lugar más estable para vivir. Para desarrollarse. Para alcanzar sus sueños. Para proyectarse. Para imaginar lo impensado. Nosotros también necesitamos salirnos de nuestras propias zonas e ir tras todo lo que más deseamos olvidando que hay obstáculos. Porque siempre los habrá. Y existirán siempre nuevas formas de salir airosos de las circunstancias difíciles. Siempre.
Qué nos pasa que nos venimos enfermando tanto y de tan diversas cosas. Somos una fuente vital de energía que necesita que dejemos de fingir y pretender que estamos bien cuando en realidad podemos tener todas las conexiones trabadas ocasionando dolores que luego se nos vuelve en esa enfermedad a la que más tememos. A esa…
Quisiera descubrir el secreto del equilibrio. Pero al parecer no lo hay. Es un diario caminar. Es un rayo de sol que nos toca. Es el viento que sopla. Es la brisa del mar. Es la risa de un hijo. Es el abrazo de un amigo. Es el café en la mañana. Es el camino con tus amigos de cuatro patas. Es la cuesta arriba. Y la hacia abajo también. Es el descanso y el trabajo. Es el amanecer y el atardecer. Es la prisa y la pausa. Es la lluvia y el sol. Es la luna que cuando está llena nos hace mover todo desde adentro. Es la paciencia y el olvido. Es el perdón y la risa. Es el ayer y el hoy. Es el mañana que con certeza llegará con nuevas experiencias. Es este instante. El presente.
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