Que pensamos que todo va a durar para siempre. Que nos tomamos la vida como dando por hecho que lo que tenemos ahora siempre lo tendremos. Y no es así.
No poseeremos nunca el mismo día, la misma oportunidad, la misma juventud, la misma capacidad, el mismo estado. Podemos adquirir en muchos nuevas fortaleces a las que nos vemos enfrentados por distintas razones. Pero nunca devolveremos el tiempo para compartir con nuestros seres amados ese tiempo que pensamos que será eterno.
Qué nos pasa que nos cuesta tanto soltarnos de eso que nos da tanta comodidad pero que ciertamente más nos aleja de poder compartir nuestro propio tiempo con quienes nunca serán los mismos. Nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros sobrinos, grandes amigos y esos amores que seguramente son los nietos.
No hay vuelta atrás para recuperar esos años compartidos desde la infancia con nuestros hijos. Muchas de sus primeras veces no se repetirán jamás y nosotros decididamente nos perdemos de esas oportunidades por andar ocupados en miles de cosas que no recordaremos tal vez nunca. Y peor aún con ocupaciones en donde no nos recordarán tampoco.
Sin embargo nuestro hijo siempre recordará la vez que estuviste ahí para él. Tu sobrino sentirá en su espíritu tu presencia porque fuiste con él un día cualquiera por ahí cuando él sentía que nada parecía tener sentido. Tus nietos te amarán porque llegaste de sorpresa y te sentaste a jugar con ellos en el suelo eso que tú jugabas cuando niño y que ellos ni siquiera conocían.
Qué nos pasa que cuando podemos hacerlo todo no hacemos casi nada. Cuando podemos hacer algo inesperado no lo hacemos por ese temor a salirnos de los códigos que espera una sociedad de nosotros. Si es que la sociedad la construimos nosotros. ¿Si es que salir a visitar a nuestra madre, a nuestro padre, a nuestra hermana, a nuestros sobrinos, nuestro hijo es eso que ya muchos no pueden hacer? Por muchas razones. Infinidad. Miles. La más común es que ya no están. Y entonces ¿qué mas da? ¿Ir hoy si puedes? ¿Estar hoy si puedes? ¿Viajar hoy si puedes? ¿Acompañar hoy si puedes?
Porque llegará el día que ni con todo el oro del mundo puedas. Que ni con todo el tiempo del mundo puedas. Que ni con toda la salud puedas. Que ni con todas tus ganas puedas. Y no sería suficiente nada para devolver el tiempo y regalarte y regalarle a tus seres amados ese tiempo que hoy te niegas a compartir. Esa compañía que podrías ser. Esa alegría que podrías encontrar en esos instantes maravillosos que la vida te está posibilitando como un regalo de ella misma para ti y tus más cercanos.
Hay miles sin poder verse. Sin poder acariciarse. Sin sentir al otro por muchos años. Sin conseguir ese tiempo preciado. Sin los recursos de ningún tipo para encontrarse en algún lugar, en cualquiera, en ese. Aquí y ahora. Y deben hacerlo a través de maravillosos inventos pero que nunca podrán reemplazar el sentir al otro aquí cerca. Su olor. El brillo de sus ojos. El placer del un abrazo. De sentarse en un parque tan solo a ver pasar la gente. A comerse un helado mientras puedes.
Qué nos pasa que damos todo por hecho. Cuando de repente un día cualquiera podemos perderlo todo. Dejar de tener esas posibilidades y entonces comenzar a extrañar las que tuvimos. Las que no volverán. Las que extrañaremos como si fueran lo único que importara. Lo único.
La vida es aquí y ahora. En este preciso instante. Que mientras pasa tus hijos crecen, tu madre envejece. Tu padre te añora. Tus nietos te necesitan. Un amigo está solo. Tu sobrino se pierde en la modernidad de la vida. Tu hermano no sabe cómo seguir. Tu tía mira solitaria por el balcón…
Qué nos pasa que nos creemos eternos...
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