Es particularmente maravilloso cuando sientes que nunca te has salido de él. Hay una diferencia entre el mundo occidental y el otro mundo. Ese del que muchos no quieres hablar. Y en el cual me muevo como pez en el agua. Me sumerjo en él cada que quiero y entiendo todo perfectamente. Porque existe y es real. Tan real como el misterio que es. Como la magia que implica. Como la resonancia que ejerce en tantos. Pero a la vez tan pocos, porque tendríamos que ser más para que esa onda expansiva de amor que lo rodea permeara todas las capas de esta humanidad que va por el camino que no es.
Porque vamos por un camino en donde hace falta respeto por la diferencia, cuando la diferencia es nuestra mayor fortaleza. Nuestra mayor fuerza y a la vez razón de esperanza. No pensamos todos igual ni nos vestimos igual ni resolvemos todo igual. Nos movemos en diferentes frecuencias, en diferentes esferas, en diferentes tiempos y espacios, y eso nos hace ser distintos. No hay ni siquiera iguales en quienes nacen siéndolo. Porque esa es la evolución que nos ha permitido expandirnos casi como lo que somos.
Regresar a mi centro es maravilloso, porque mi brillo es otro. Mi vida es otra. Mi energía es otra. Llevo conmigo la energía de los soles que he visto, de las estrellas que me tocan, de la Luna que está siempre más cerca, de los árboles que veo que se rozan, que se tocan, que se pasan su energía, que son uno y que son parte también de esa unidad con la que todos estamos conectados. Una de donde no se escapa nada. Nada.
Y es que todo hace parte de lo mismo y es así como ese principio que nos dicen que existe nos hace vernos en el espejo de los otros. Y soy tú y somos todos una sumatoria inexplicable de experiencias que nos hacen reaccionar o comportarnos de tal o cual forma. Y así muchos no toleran que otros nos salgamos de la rayita esa que nos dicen que es la cultura. Y cuando no lo aceptamos entonces toca expandir nuestra conciencia más allá de lo imaginado para aceptar que realmente sí somos diferentes y que quienes vemos otras cosas debemos poner también un velo en nuestra realidad. Porque nuestra realidad es un exceso para muchos. Aunque yo quiera un poco más. Para poder entender esta bella naturaleza humana que me define y de la que hay veces no me siento parte.
Regresar a nuestro centro es maravilloso porque vas dejando una estela luminosa en tu andar, en mi andar.
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