Sólo quienes me conocen verdaderamente saben lo que significa en mi vida. Pero solo yo la he vivido como lo he hecho. Durante tantos años. Parecieran vidas, siglos. Y hay veces siento que sí, que así fue, que así es. Que mi conexión con ese lugar del mundo es antigua, como mi vida misma. No la de este cuerpo, sino la de quién me habita. Me siento tan a gusto allí que ni cuándo iba a dar a luz quería salir. Aunque crean que fue lo preciso. Nunca sabré si me dio preclampsia por haber volado después de lo permitido o si ya la tenía y era lo requerido. He ahí el misterio.
Selva, que dulzura pensarte y pronunciarte. Qué poder el que sos y que gran guardiana de la Tierra. Pocos lo comprenden. Bueno no pocos, muchos, pero invisibilizados casi todos. No le creemos al mundo indígena. No me vengan con bobadas que la burla constante del universo indígena es tal que los siguen estigmatizando y sus creencias son para muchos cosas de brujos y hechiceros. Me siento orgullosa de verlos, porque al verlos me veo. Me siento orgullosa de haber sido invitada a una toma de yagé, planta sagrada. Me siento orgullosa de conocer mi país cómo lo he hecho y de sentirme una con él. Conozco muchos seres de diferentes comunidades de esta zona del planeta. He gratamente caminado por la amazonía, el putumayo, y muchos otros lugares en donde me los he podido encontrar aún haciendo parte de su ecosistema, o los he visto también deambulando por ahí perdidos en nuestra propia ciudad. Y ahí es donde yo quisiera que fuéramos coherentes. Porque si bien estos cuatro niños desaparecieron en la selva después de un hecho tan trágico, y mantenerse en ella es de verdad un milagro, quiero que se llene hoy nuestro corazón de compasión y miremos más allá. Sobre todo quienes tienen el poder. Porque todos se lo merecen. Busquen también a los perdidos en nuestras ciudades sean indígenas o no. Busquen a los que ni siquiera se han perdido pero están a punto de perderse en el mundo humano de grandes que inventamos.
Si, sólo quienes me conocen de verdad saben cómo puedo sentirme en este momento. Está todo combinado. Un accidente aéreo, la selva, niños indígenas y un perro. Es como una daga en mi corazón. Todo junto, mezclado y revuelto así como para que si no siento me dé cuenta de que estoy fallando. Porque cada que se accidenta un avión mi corazón se devuelve en el tiempo y me cuesta volver a éste. Porque cada vez que veo que hay niños pues como que yo no comprendo qué es lo que estamos haciendo con la gente del futuro. Verlos perdidos en las calles de mi país me cuesta más que verlos perdidos en la selva. No lesionados por supuesto, ni solos, y sin al menos un perro, aunque desde el mundo espiritual nunca lo estuvieron. Estoy segura que más de un Nawal los acompañó porque ellos sí que saben los secretos de la selva. Ojalá el mundo occidental, de los hermanitos menores lo comprendieran. Yo lo hice hace mucho, pero eso no me hace mayor, pero yo sí, desde entonces, puedo ver y entender el mundo desde muchas de sus posibilidades, las cuales son infinitas. Yo misma fui allí, desde que supe de esos niños, desde aquí donde estoy, iba frecuentemente tratando de mostrarles un camino. Tanto a quienes los buscaban como a aquellos que estaban perdidos. Unir siempre esas dos puntas es casi imposible. Pero no lo fue.
Sólo quienes me conocen saben que podria hoy, estar todo el día, éste y mil más buscando al perro que por unos días fue el compañero de esos niños. No pueden siquiera imaginar los pensamientos que pasan por mi mente, en donde también soy selva y nawal y lluvia y sonidos y rastros para mostrarle a esa belleza de espíritu por donde es que está la conexión con quien lo entrenó para hacer lo que lo llevaron a hacer. Donde quiera que estés, anoche, miles por no decir millones sabían que existías y contigo la historia de quienes son ustedes seres peludos y de cuatro patas, narices frías y qué es lo que pueden hacer por nosotros. Los míos dan fe de mi conexión con ellos, pero también de la recuperación que pueden lograr cuando uno está perdido. No son cosas. Son seres. No son solo seres. Son nuestra propia conquista en el tiempo de cuando vivimos en cuevas y todos nos cazaban y éramos presa de todos. Y lentamente las mujeres desde nuestro hogar, en donde solo podíamos existir gracias al fuego que nuestros hombres traían, fuimos capaces de conquistarlos para que fueran nuestros amigos, nuestros aliados y nos protegieran de los otros. Porque allá afuera la supervivencia fue y aún lo es, no solo en la selva, sino en todas partes, un asunto bien complejo. Desgarrador. Nos abruma tener que sobrevivir. Pero eso somos, animales, y nos toca dar la pelea con todo lo que tenemos. En las ciudades sí que hay fieras.
Selva, sos espíritu. Eso es difícil de comprenderlo y solo cuando uno te ha vivido desde adentro sabe que es así. Cómo no darte las gracias por haber permitido que cuatro cachorros humanos pudieran sobrevivir en ti. Cuatro cachorros que con toda seguridad tienen en sus genes "otras" capacidades. No quiero imaginar cuatro cachorros humanos sin esas capacidades. Hubieran sido presa fácil y el dolor hoy sería otro. A ver nawales incluyendo la mía y los míos, guiemos a Wilson para que siga solo el rastro de la salida para recibir los honores que se merece. Borra selva todos los rastros que no lo conduzcan a donde hoy pueda lentamente volver a comer su alimento y a dormir abrigado al lado del humano que es su compañero.
Selva, inventá un rastro para él que se merece la oportunidad de superar esta prueba, y todos nosotros también. Esta sí que sería una prueba superada.
Crédito fotografía Semana - AFP - Fuerzas Militares
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