Somos viajeros del tiempo y del espacio. Y estas campanas que retumban en mi alma son antiguas. Las siento como si ya las hubiera escuchado. Y la escucharon otros oídos. Otras gentes que iban y venían por estas plazas de piedras que hoy yo recorro en mi tiempo.
Viajeros de caminos que ya fueron pisados por otros dejándonos su legado, su historia, sus amores plasmados en todas partes. Qué poder el del ser humano ir dejándonos sus huellas para el futuro. Para los otros. Para los que no imaginamos. Para mí. Para ti. Para todos. Recuerdos. Caminantes del pasado y del presente. Un mismo planeta repleto de historias. Un planeta escrito con tinta visible sobre él. Sobre todo su cuerpo. Lo que le hacemos a él al final nos lo hacemos a nosotros. Cada huella nuestra queda tallada en su piel y en la nuestra.
Viajeros que podemos caminar sobre la superficie de esta bolita. Sin caernos. Bueno, hay veces si. Pero podemos danzar plácidamente sobre él y escoger que mundos ver. Qué visitar. Dónde movernos y donde quedarnos. Como aquí y ahora. El hogar pasado de mis ancestros. De nuestros ancestros. Ellos fueron trashumantes de estas tierras. Sus pies tocaron estas piedras, su energía está por todas partes. Sus espíritus aún deambulan nocturnos por estas iglesias y castillos.
Viajeros. Caminantes. Trashumantes. Eso somos todos. Vamos y venimos. Llegamos y partimos. Nos vamos o nos quedamos. Hay un tiempo para todo. Para todos. Un día sin pensarlo partimos y otro día sin pensarlo sabemos que hemos llegado a nuestro sitio. Hay unos que nos arraigan y otros que nos desarraigan. Porque pertenecemos a él o no. Porque nos hace tocar tierra o no. Porque nos centra o no. Porque en ellos volvemos a nosotros o no. Tengo el placer de regresar a mi centro frecuentemente. Casi cada noche voy a un pequeño robledal en las montañas de los andes. Allí he vivido. Allí parados se encuentran amigos silenciosos. Allí están y yo los visito en mis sueños. Y hay veces yo siento que ellos también vienen a mi y me tocan con sus ramas y me despiertan donde esté como si sus ramas fueran alas. Así los siento.
Viajeros de alas fuertes y enormes. Que navegan como Sailor en este gran universo estrellado que apenas podemos conocer. Viajeros de alas cortas que vuelan en un mundo vasto para verlo todo como ésta gaviota que me rozó sutilmente. Viajeros del ánfora llena como bien reza una amiga. Viajeros incomprensibles por conocer y develar nuestra historia escribiendo la nuestra propia. Viajeros y caminos desgarradoramente vivos. Caminos que nos hacen y nos deshacen. Caminos que vamos descubriendo y sintiendo como nuestros. Pero el camino es el camino. No es nuestro. Somos de él. Le pertenecemos. Son senderos invisibles que nos llaman y que recorremos sin siquiera saber lo que significa. Pareciera que en su recorrido fuéramos recorriendo una parte de nosotros que estaba escrita en ellos. Y conquistamos nuestra vida así. Lo que teníamos que venir a ver, oír, sentir...caminos de nuestros sueños.
Viajeros... He viajado. He caminado. He recorrido a esta azulita con mis manos limpias y el amor por el verde. Pero también por la piedra, las piedras. Por el azul intenso. Por estas estructuras antiguas que otros vieron. Por la magia que te habita Oporto. Que placer estar en ti en un equinoccio de otoño. Te siento como mío. Eres mío. Soy tuya. Nos pertenecemos.
Viajeros. Caminantes. Transhumantes. Estoy en mi centro. Arraigada a él. Pertenezco aquí. A este punto invisible en mi espíritu. Y me siento en paz. He hecho lo correcto. Este es mi regalo. Uno en vida. Era éste...
Comments